Normalmente siempre hablamos de restaurantes de moda, de reciente apertura, con platos novedosos, propuestas llamativas, y del que todo el mundo habla, pero pocas veces hablamos de los restaurantes de siempre, de los de toda la vida, de esos que siempre han estado en el mismo local, junto al que pasabas caminando y al que nunca le prestaste mayor atención. Ese es el caso de la Taberna del Piano, un restaurante con más de veinticinco años a sus espaldas y al que nunca había tenido la oportunidad u ocasión de ir.
Situado en un espacio privilegiado, en la calle Cabrales 12, frente a la escalera 2 del paseo de San Lorenzo, con unas vistas fantásticas tanto desde su comedor en la planta primera como desde la planta baja, en la que encontramos la barra y algunas mesas.
Es un restaurante que yo calificaría como clásico. Dispone de una amplia carta, salvo en pescados, con diferentes propuestas como menú del día, menús infantiles y menús especiales. Tienen una web con bastante información, donde podéis encontrar todo publicado con sus precios.
En mi visita opte por el menú del día, que en fin de semana es de 15 € e incluye a elegir entre tres primeros y tres segundos, pan, postre, vino de la casa o agua, aunque también pude probar alguna cosa de la carta.
De primero arroz caldoso marinero. Ración para dar de comer a cuatro, con almejas, gambas y mejillones. De sabor bastante bien, como si de un arroz con almejas se tratara. De segundo lenguado relleno de marisco con salsa. Nos aviso la camarera que no lo elaboraban ellos, que era comprado, lo cual es un detalle a tener en cuenta. De sabor estaba bien, nada del otro mundo ni mucho menos. De postre tome el mousse de chocolate que estaba bueno.
Como os decía también pude probar los calamares, las croquetas y bocartes con jamón. Todo bien, pero especialmente las croquetas, me gustaron mucho.
El servicio fue un poco lento, aunque es cierto que estaban hasta arriba de gente, con mucho turista, ya que su ubicación es un buen reclamo. Muy amables, educados y atentos. Me apunto volver para probar alguna cosa fuera del menú que merezca la pena, y fuera de la época veraniega, para disfrutar de esas vistas de la bahía de Gijón.