Hace un tiempo les hablaba de la soda tax, una polémica medida que adoptaba Cataluña para subir los impuestos a las bebidas azucaradas. No solo a los refrescos de cola sino también a las bebidas isotónicas y batidos de leche, entre otros. Una medida disuasoria que castigaría el bolsillo de aquellos que eligen las bebidas poco saludables. Puede ser censurable o no. El rol que debe asumir papá estado en la salud de los ciudadanos. Pues bien, hoy, les quiere hablar de la tasa rosa. No es un impuesto en sí mismo, es un concepto. Una dificultad añadida, en este caso, por el hecho de ser mujer consumidora.
El gobierno municipal valenciano ha puesto de manifiesto que las mujeres pueden pagar hasta un 24% más que los hombres por los mismos artículos. Quizá no lo quieran ver pero muchas mujeres se depilan las piernas con maquinilla desechable. Pues bien, simplemente por ser rosas, el packaging es más cuco y más pequeño, y por tanto el precio unitario por maquinilla más elevado. Es tan solo un ejemplo.
Para fomentar un consumo más igualitario, la concejalía de Igualdad ha producido 20.000 folletos. A la iniciativa, se ha sumado la Unió de consumidors que ha instado al fomento de campañas de publicidad responsables que eliminen los estereotipos dentro del ámbito del consumo. Puede parecer una chorrada pero no lo es. Es una tendencia global.
Audi está arrasando con su campaña “La muñeca que eligió conducir” y recientemente veía en Nueva York como el creativo de la Miami Ad School, Kazunori Shinna, decoraba las escaleras del metro de un modo diferente (las convencionales, de rosa y las mecánicas, azules) para ilustrar las dificultades que hayan las mujeres para progresar en su vida laboral. La utilización de los colores, de nuevo pero para construir. En positivo.