Revista Comunicación

La tercera edad de oro de la televisión

Publicado el 09 julio 2020 por Seriemaniac

¿Por qué nos gustan tanto las series?

En este blog siempre hemos hecho referencia a un término acuñado por el periodista Brett Martin: "La tercera edad de oro de la televisión". Pero, ¿qué significa? ¿Cuántas épocas de esplendor ha conocido la televisión?

La televisión ha cambiado. Han pasado muchos años desde que se estrenaron las primeras series televisivas globales: El príncipe de Bel-Air, Primos lejanos, MASH, La Ley de Los Ángeles, Cosas de casa, Sensación de vivir, Melrose Place, Perry Mason, La casa de la pradera, Autopista hacia el cielo o Luz de luna por citar algunas.

Sin esas series no podríamos estar disfrutando de lo que ha venido a llamarse la Tercera edad de oro de las series de televisión. Y esta tercera edad de oro que estamos viviendo, no se podría entender sin la valentía de un puñado de jóvenes y talentosos guionistas que un buen día decidieron cambiar la forma de hacer televisión en Estados Unidos.

La tercera edad de oro de la televisión

Todo vino precipitado por el nacimiento y apogeo de la televisión por cable norteamericana, con canales de suscripción y canales abiertos. Cadenas que podían emitir lo que quisieran sin verse encorsetadas en los clichés de la televisión tradicional que permanecía, y en muchos casos todavía sigue, anquilosada en viejas creencias conducentes hacia el callejón sin salida de la no creatividad.

Claro está, las cadenas de televisión tradicionales responden a una premisa: la publicidad de sus anunciantes. Sin ella, estas cadenas dejan de existir, se convierten en un alma en pena en el limbo infinito de los fracasos. Y los anunciantes, por su parte, alimentan la creatividad de estas cadenas según la audiencia y el público objetivo que intentan satisfacer.

En Estados Unidos, las cadenas generalistas ( networks) emiten y crean series de televisión considerando la hora y el día de emisión, ya que esos factores delimitan el tipo de público que va a estar enfrente de la pantalla de televisión, y atendiendo a ese tipo de espectador, los anunciantes decidirán insertar más o menos publicidad, o decidirán qué tipo de publicidad ofrecen a la audiencia objetivo.

Fácil. Por eso, la famosa televisión por cable que tantas veces hemos oído en series de televisión o en el cine, encarna un ente mucho más libre, pues obtiene su financiación gracias a los suscriptores que deciden abonarse al canal y pagar un precio.

Este contrato social conlleva una contrapartida: el canal ha de ofrecer a sus abonados productos y series de calidad, libres de la tiranía de los anunciantes, los datos demográficos o las audiencias, al menos en una visión utópica de la televisión.

Por supuesto, las audiencias siguen dictando las normas en estos canales. Ellos también cancelan sus productos si el éxito no acompaña, pero se mueven con mayor libertad de acción.

Pero volvamos a los verdaderos protagonistas. Esta tercera edad de oro de la televisión cuenta como referentes series actuales - Breaking Bad, Perdidos, Homeland, Mad Men, Sons of Anarchy, Dexter, The Walking Dead, House of Cards, The Shield, The Wire, A dos metros bajo tierra, Juego de tronos, Mr. Robot, Fargo o The Leftovers - y no habría sido posible de no ser por unos jovenzuelos arriesgados y rompedores de las reglas del juego.

Hablo de grandes guionistas que un buen día decidieron sacar sus guiones llenos de polvo de unas desvencijadas cajoneras y probar suerte con los productores y dueños de las nuevas cadenas de televisión por cable, a saber: HBO, FX o AMC.

La tercera edad de oro de la televisión

Estos nuevos guionistas eran tipos que cumplían a la perfección con el slogan "JASP" de aquel anuncio de coches, es decir, jóvenes aunque sobradamente preparados. Se caracterizaban por romper los estereotipos implantados hasta ese momento en la industria televisiva.

Se acabaron los señores cincuentones embutidos en trajes lo suficientemente caros como para demostrar que los que mandaban eran ellos, y que no dejarían en manos de nadie, sus parrillas televisivas llenas de grasa requemada.

Estábamos ante grandes talentos carentes de suerte con sus guiones, ya que hasta esa fecha la televisión no había encontrado un hueco para acomodarlos. Despeinados, recién cumplida la treintena y vestidos con zapatillas de grandes lengüetas y camisetas del WalMart.

Algunos de sus nombres posiblemente no os suenen, porque sus creaciones les han trascendido, pero si os pongo las series que crearon junto a sus nombres, seguro que se escapa algún ¡ah! al leer estas líneas: Steven Bochco ( Canción triste de Hill Street), David Chase ( Los Soprano), John Falsey y Joshua Brand ( St. Elsewhere, Doctor en Alaska), Alan Ball ( A dos metros bajo tierra, True Blood, Banshee), David Milch ( Deadwood), Marta Kauffman ( Friends), David Simon y Ed Burns ( The Wire), Shawn Ryan ( The Shield), Veena Sud ( The Killing), J.J. Abrams ( Alias, Perdidos), Damon Lindelof ( Perdidos, The Leftovers, Watchmen) o Vince Gillian ( Breaking Bad).

Estos tipos entraron en las incipientes cadenas por cable y revolucionaron el mundo de la televisión y las salas de guionistas. El proceso de creación de un guion era mucho más intenso, pasional e improvisado.

La tercera edad de oro de la televisión

Había todo un equipo de grandes guionistas trabajando en cada episodio bajo las órdenes del líder de ese equipo de redactores, el creador y desarrollador de la serie, lo que hoy se conoce como showrunner, pero que en esos años de las décadas de los ochenta y noventa, sonaba más (como solía decir David Chase) a una marca de moto de agua, que a un cargo en una serie de televisión.

Los había de toda clase y condición. Desde los metódicos hasta los que rebosaban puro talento e improvisación (David Lynch con su experimental Twin Peaks), o hasta los más histriónicos y tiránicos como a veces podía ser el propio David Chase (Los Soprano).

Desde luego, la sala de guionistas y el plató de rodaje de Los Soprano -probablemente la primera gran serie que abrió el camino de las series actuales- debió de ser de todo menos aburrido, como así relata Brett Martin, redactor de la revista GQ en su libro Hombres fuera de serie.

Las anécdotas con David Chase fueron muchas y también los alocados momentos que su protagonista -el fallecido James Gandolfini- protagonizó cuando más de una vez llamó al estudio porque se había quedado literalmente tirado en mitad de la nada, después de haberse ausentado varios días del rodaje víctima de un descomunal resacón.

Con Los Soprano, había nacido una nueva época, la nueva era de las series de televisión.

La tercera edad de oro de la televisión


Volver a la Portada de Logo Paperblog