Un señor de ninguna parte viviendo en una terminal de aeropuerto, ¿esto no recuerda a algo?. Al final Snowden se ha convertido en el nuevo Tom Hanks, buscando un país en el que acampar. Todo este show, con ambiente de espías y todo, total para descubrirnos el huevo de Colón. Mira tú que cosas, a estas alturas viene este buen hombre y nos dice “ Pshhh Pshhh que os están espiando…” y se arma la de Troya.
Vale, eso de espiar está muy feo, ya nos decían nuestras abuelitas que no hay que ser cotillas, pero es que de repente nos hemos vuelto todos como miniservicios de inteligencia con contraespionaje y todo, preocupados por la seguridad de nuestros datos hasta rozar el absurdo e histéricos por si aparecerá en las portadas del periódico el correo ese que enviamos a los amigotes poniendo al jefe a caer de un burro. Desde la semana pasada encriptamos los correos y ponemos contraseñas que ni siquiera James Bond podría reventar, como si las listas de la compra fuesen los códigos de lanzamiento de misiles termonucleares.
Nos sentimos todos inquietos y traicionados porque unas enormes multinacionales han proporcionado nuestros valiosos datos junto con los de gobiernos y capitostes varios a la CIA, la NSA y todas las siglas raras que se nos ocurran incluida la T.I.A. de Mortadelo y Filemón. La verdad es que el hecho es deleznable pero reduciéndolo a escala liliputiense, ¿qué hacemos nosotros con nuestra intimidad en Internet para que ahora nos horroricemos tanto?. La mayoría de nosotros no nos leemos esas parrafadas infumables en los que pone algo parecido a “Acuerdos de licencia” al abrir una cuenta en Pinterest (por ejemplo) aquello que vemos, de refilón, al pinchar “Aceptar” y resulta ser que aceptando este contrato al estilo Groucho Marx en “Una noche en la ópera” regalamos nuestra alma al mismo satanás a cambio de que los amiguetes generen bilis de la mala a través de instagram al ver el pedazo de habitación del hotel en el que nos hospedamos, sin caer en que la foto nunca más volverá a se nuestra. Tampoco nos lo pensamos a la hora de colgar en el Facebook esos “retraticos” tan graciosos de la paella de ayer que van a pulular in saecula saeculorum por esos mundos de Google ya que nuestro “derecho al olvido” según la abogacía general de la UE no existe (para matarse). Entonces vete a saber por donde va a salir la imagen en cuestión cuando tengamos noventa años. Cuidadín pues que estas cosas las carga el diablo y lo que hoy nos parece una idea ocurrente en el Twitter o un momento gracioso puede transformarse en una pesadilla mañana, sin que esta vez Obama ni la CIA tengan nada que ver en ello.
Lo que si admito que es terrorífico es saber que vivimos en un Gran Hermano perpetuo y que Orwell tenía razón con eso de que El Gran Obama te observa pero también es verdad que no nos hemos puesto nunca nerviosos cuando nos han llamado de “El Corte Inglés” para ofrecernos su tarjeta de crédito y resulta ser que sabían nuestro nombre, apellidos, DNI y si te descuidas hasta el nombre de nuestros bisabuelos. ¿De dónde se han sacado los datos? Misterios insondables, aunque igual hasta se los dimos nosotros en algún momento apuntándonos a un sorteo de una tostadora. Por otra parte, ¿no me diréis que no os habéis buscado vosotros mismos en el Google? Hacedlo y os sorprenderá de las cosas que aparecen.. y encima, sin derecho al olvido.
Ni derecho al olvido, ni derecho al borrado
“Las escuchas a los amigos son intolerables. La guerra fría pasó” Merkel
España no dará asilo político a Edward Snowden