Revista Cultura y Ocio

La terquedad que manifiestan en perpetuarse las instituciones envejecidas

Por Rhenriquez
Lars Elling,

Lars Elling, “Color eater” (2015), eggoiltempera on canvas

La terquedad que manifiestan en perpetuarse las instituciones envejecidas se parece a la obstinación del perfume rancio que quisiera embalsamar nuestros cabellos, a la pretensión del pescado podrido que quisiera ocupar un buen lugar en la mesa; a la persecución de las mantillas del niño que quisieran vestir al hombre; a la ternura de los cadáveres que volvieran para abrazar a los vivos.

“¡Ingratos! –dicen las mantillas–. Os he protegido contra el mal tiempo. ¿Por qué no os servís de nosotras?” “Vengo del mar”, dice el pescado. “He sido una rosa”, dice el perfume. “Os he amado”, dice el cadáver. “Os he civilizado”, dice el convento.

A todo esto no hay más que una respuesta: “Sí; en otros tiempos.”

Pensar en la prolongación indefinida de las cosas que han muerto, y en el gobierno de los hombres por embalsamamiento; restaurar los principios antiguos en mal estado; dorar de nuevo las urnas; blanquear los claustros; volver a bendecir los relicarios; reamueblar las supersticiones; dar alimento al fanatismo; echar mango a los hisopos y a los sables; reconstruir el monaquismo y el militarismo; creer en la salvación de la sociedad por medio de la multiplicación de los parásitos; imponer lo pasado a lo presente, son cosas muy extrañas. Y hay, sin embargo, teóricos que sostienen estas teorías. Estos teóricos, hombres de talento por otro lado, tienen un sistema muy sencillo. Aplican a lo pasado un barniz que llaman orden social, derecho divino, moral, familia, respeto a los antepasados, antigua autoridad, santa tradición, legitimidad, religión, y van gritando: “¡Mirad, tomad esto, hombres honrados!” Esta lógica era ya conocida de los antiguos. Los arúspices la practicaban. Frotaban con greda blanca una ternera negra, y decían:“Es blanca.” Bos cretatus.

Supersticiones, hipocresía, devoción fingida, preocupaciones; estas larvas, por más larvas que sean, quieren vivir tenazmente; tienen uñas y dientes en su sombra y es preciso destruirlas cuerpo a cuerpo, y hacerles la guerra sin tregua, porque una de las fatalidades de la humanidad es vivir condenada a la lucha eterna con fantasmas. Es muy difícil coger a la sombra por el cuello y derribarla.

Víctor Hugo
“Bajo qué condiciones puede respetarse lo pasado”
Los miserables

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