A estas alturas, es redundante destacar la atención que La Teta Asustada ha obtenido gracias al más mediático de los festivales. Obviamente, los peruanos queremos que la película de Claudia Llosa gane el premio, pero para sopesar sus reales posibilidades, hay que liberarse de nacionalismos, poses y prejuicios. Por sobrevalorado que esté, es un premio cinematográfico.
Empecemos por los contras. Que se encuentran estrictamente entre los cinco candidatos al premio de mejor película extranjera. Todas ellas han sido producidas con mucho más presupuesto, han tenido más espectadores y son obra de directores con varias películas a cuestas. Quizás la película israelí sea la de menos posibilidades, pues es la única que no ha ganado algún festival de renombre. En contraposición, la película francesa acaba de ganar en el BAFTA británico, mientras la película argentina El Secreto de sus Ojos ha derrotado a "La Teta..." hace poco en los Goya españoles. Pero la gran favorita es sin duda La Cinta Blanca (Das weisse Band - Eine deutsche Kindergeschichte/The White Ribbon), filme del austríaco Michael Haneke que cuenta con nada menos que una Palma de Oro en Cannes, además del último Globo de Oro.
Por otro lado, la propia "teta" encierra en sus virtudes sus propias limitaciones. Básicamente, estamos ante una pequeña película. Lo cual no es despectivo en absoluto. Entiéndase que algunas películas son épicas o en todo caso abarcan temáticas más generales, presentan grandes valores o intereses de grandes grupos humanos en juego. Pero otras son vivenciales, retratan pequeñas escenas de la vida cotidiana de personas comunes, abordan problemáticas muy específicas sin complicarse con los discursos sociales o políticos a su alrededor. A eso nos referimos con que La Teta Asustada es una pequeña película. Y ese estilo, a pesar de haber llegado al bolo final del Óscar, no suele ser muy compatible con la sensibilidad glamorosa que a Hollywood le encanta reconocer.
Luego tenemos un aspecto que no necesariamente juega a favor o en contra, pero resulta decisivo por motivos obvios: el propio proceso de selección de la película. Por un lado, los postulantes deben ser propuestos por sus respectivas representaciones nacionales, sobre la base de sólo una película por país. Ello le permite representatividad a países con cinematografías exiguas o incipientes, pero castiga a países con una producción respetable, capaces de producir varias obras de calidad por año, al obligarlos a escoger sólo una. Además, las coproducciones suelen quedar de lado, en particular cuando son el fruto de fondos de tres países o más (ello explica la descalificación de títulos como Rojo (Trois couleurs: Rouge) de Krzysztof Kieslowski, o Diarios de Motocicleta de Walter Salles).
Pasada esta etapa, viene la selección de las nueve prenominadas dentro de la propia academia norteamericana. Debe tenerse presente que cualquier miembro de ella que desee participar en las nominaciones debe ver al menos el 80% de las películas propuestas, y obligatoriamente en un cine. Como las películas extranjeras tienen una difusión muy limitada, es necesario realizar exhibiciones especiales para los miembros de la academia. Ello promueve una agenda muy apretada, y usualmente sólo los miembros mayores, en estado de jubilación o retiro, tienen tiempo para ello. Se ha dicho que en estas exhibiciones, los miembros presentes en general pasan de los 60 años. De allí se infiere la tendencia a optar por obras más conservadoras o convencionales (desde el punto de vista de su narrativa).
Para solucionar este problema, desde el año pasado las nueve películas prenominadas ya no son elegidas por votación general, sino sólo seis de ellas. Las otras tres son seleccionadas por un comité ejecutivo especial designado directamente por el veterano Mark Johnson, presidente del comité de películas extranjeras desde 1999. Se dice que este método ha logrado en parte el objetivo de llegar a una nominación con más credibilidad, pero al final las cinco finalistas deben ir a votación general. El año pasado, se argumentó que la ganadora (la japonesa Departures/Okuribito) era, nuevamente, la más convencional del grupo.
Con tantos factores en contra, ¿qué puede jugar a favor de La Teta Asustada? Básicamente, ha habido un buen "lobby" dentro de Hollywood para promoverla, y ese eficiente trabajo podría poner a Fausta y su papa en la agenda de lo "políticamente correcto". En ese sentido, recordemos que a veces, en los premios menos mediáticos, la academia norteamericana otorga premios que funcionan más como un reconocimiento a una trayectoria personal o colectiva. Bien podría ocurrir que estemos en la cola de ese criterio de "¿a quién le toca ahora?" y que se decida premiar a una cinematografía emergente, permanentemente peleada con limitaciones presupuestales y que persiste tercamente en el oficio sobre la base de muchos sacrificios individuales.
En este punto, debe quedar muy claro que los méritos de la película peruana son innegables en estrictos aspectos de técnica cinematográfica, y que no ha llegado a esta instancia por favores o casualidades, como más de un mezquino ha insinuado o declarado en nuestro medio. Pero la pregunta es si creo que va a ganar, y en verdad veo que sus posibilidades son escasas. No creo que gane, pero vaya que sí quiero. Quiero gritar un "lo logramos, carajo" como Magaly Solier, y si este domingo, llegado el momento, luego del "and the winner is" escucho un "The milk of...", sé que voy a llorar de emoción antes del "sorrow".