Cabría preguntarse por qué cuando al cine americano le da por, según ellos, “adaptar” grandes éxitos internacionales a las “particularidades” de su público, siempre opta por hacerlo descargando a excelentes películas de sus mayores logros narrativos e interpretativos y reduciéndolas a meros clichés sentimentaloides, a pastiches sensibleros para esclavos de las taquillas o de eso llamado “entretenimiento”. Hay decenas, cientos de ejemplos (desde Tres solteros y un biberón a Deliciosa Martha, por citar dos grandes éxitos europeos relativamente recientes muy venidos a menos en sus adaptaciones yanquis) de grandes éxitos a nivel mundial procedentes de cinematografías distintas a la norteamericana que, reconvertidas en productos made in Hollywood, fueron banalizadas, plastificadas, estupidizadas y puestas en el mercado para horror de quienes alguna vez se sintieron conmovidos, emocionados o seducidos por las cintas originales. En 1995 le tocó a la simpática comedia australiana Las aventuras de Priscilla, reina del desierto, pasar por la batidora-piqueta y volver a la luz convertida en esta cosa llamada A Wong Foo, gracias por todo (Julie Newmar), rodada por Beeban Kidron, autor de filmes olvidables cuyo mayor éxito es Bridget Jones: sobreviviré, lo cual explica todo, constituye un testimonio vivo de sus nulas cualidades como director.
Este plagio apenas disimulado está igualmente confeccionado bajo la forma de road movie, y cuenta las peripecias de tres drag queens (el malogrado Patrick Swayze, el machorro Wesley Snipes y el frágil John Leguizamo, el único que consigue dotar a su personaje de una dimensión humana que permita ver al espectador algo más que un recipiente de testosterona travestido) que realizan un largo viaje en automóvil a través de Estados Unidos para asistir a un certamen de reinonas. Pero claro, el coche las deja tiradas en medio de ninguna parte y van a parar a un pueblucho de mala muerte en el que los lugareños viven plácidamente en una atmósfera palurda, conservadora, religiosa y represiva, que la aparición de las tres recién llegadas va a transformar para siempre, sacando a la luz la verdadera naturaleza alegre, despreocupada y feliz que sus habitantes llevan dentro… Snif, snif.
Kidron, que da para lo que da, echa por el sumidero todo lo que de especial tenía la cinta australiana, desde la carga metafórica que la idea de viaje supone respecto a la propia singladura interior por parte de los protagonistas en continua búsqueda de sí mismos hasta la radiografía de sentimientos y estados de ánimo salpicada de ingenio y humor que mezcla la película original, y lo sustituye por la chabacanería más vergonzosa, las bufonadas más sonrojantes y la moralina más lamentable. Ése es, en efecto, el mayor problema de esta copia: que lo que en Priscilla son sentimientos, aquí es cursilería sentimentaloide con frases de panfleto; donde hay humor aquí son gags protagonizados por locazas histéricas; donde hay ingenio, en este bodrio queda subsumido en el típico antagonismo pueblo-ciudad, estúpida y esquemáticamente trazado a base de tópicos, esbozando un choque cultural sobre la base de el cosmopolitismo populista de quienes provienen de la ciudad, y el temperamento tosco y boniatero de los que ven su tranquila e idílica vida rural, ahora perturbada por la llegada de la modernidad, identificada aquí con la libertad y, por ende, con la felicidad.
Derivando, por tanto, en el mero pastiche de buenas intenciones pero sin profundidad alguna en el tratamiento de las poquitas cuestiones que no llega a abandonar del todo, termina siendo un panfleto de eslóganes sobre la autorrealización personal como mecanismo de búsqueda de la felicidad, de ruptura con valores ultraconservadores para lanzarse a unos igualmente ultraconservadores, consiguiendo así que la idea esbozada, la identificación del transformismo con una revolución vital que mute las existencias de quienes se dejan atrapar por la anestesia generalizada de las sociedades de hoy, finalmente desemboque en una cinta propagandística de los valores más puros de la familia como base de la mejor tradición americana. Todo demasiado zafio, vulgar, repelente, una excusa forrada de plumas, medias de seda y leotardos que funcionó bastante bien en taquilla y que sólo resiste por la curiosidad de ver al trío protagonista, bastante fuera de sus registros habituales, evolucionando con ropas y actitudes de mujer, destacando especialmente la labor de Leguizamo, pero no lo suficiente para poder salvar de la quema este bodrio insoportable, penoso.
Acusados: todos
Atenuantes: ninguno
Agravantes: la banalización y estupidización de un clásico
Sentencia: culpables
Condena: tacto rectal con un bate de béisbol con uñas postizas
publicado el 06 mayo a las 05:39
Llamas bodrio a la pelicula y tu 'crítica' no se salva. Si bien la cinta no es lo que salvará a la industria cinematográfica es una cinta fresca, divertida, con actuaciones, caracterizaciones y trabajo actoral BRILLANTE, y desde luego ESTÁ MUY LEJOS DE SER UNA COPIA DE PRISCILLA. Tu habladuría deja mucho que desear para alguien que se atreve a criticar cine, sólo encuentro, coraje, resentimiento (Dios sabe por qué) y desde luego la falta de entendimiento sobre la película. De verdad, detestable...