I
Un dios bajo la tierra que cavaban,
sobre los árboles, en las albercas
sin agua, bajo el sol de agosto, exhaustos,
en las piedras, en los árboles mustios,
en el alma del camino que hacían
a pie cada mañana, con la azada
al hombro y la merienda
del hambre. Un dios en la fatiga diaria,
en la hoz con que segaban las mieses,
en la vara larga para la oliva
o para la almendra. Un dios sudoroso
bajo la tierra que ellos adoraban,
los hombres del crepúsculo y del alba,
montados en las mulas, engañados,
de regreso a la cena
y al dios de la familia.
IISembraban las patatas en los sueños
y eran altos los maizales, enhiestas
las espigas del trigo,
en su sazón las frutas y sin mancha,
y las vides daban vino en otoño.
Luego el trabajo arduo del aceite,
llenas las zafras del dios de diciembre,
como un milagro de sus manos duras.
Volvían fatigados cada noche,
montados en las mulas, soñolientos,
de regreso a la cena
y al dios de la familia.