La tila se obtiene de un espectacular árbol que puede llegar a medir 25 metros de altura y es una de las plantas más usadas en el ámbito de la fitoterapia. Su popularidad como tranquilizante natural se remonta a hace siglos.
Pero esta popularidad no es un mito, sino que es completamente real. La tila contiene una serie de sustancias que la hacen tener un efecto relajante sobre el sistema nervioso central e incluso llega a inducir al sueño. Se trata sobretodo de los flavonoides, los aceites esenciales de geraniol, de eucalipto, los ácidos fenólicos, el ácido clorogénico, el ácido p-cumárico, y los taninos, de reconocida acción sedante. Gracias a ella se controlan fácilmente los nervios y las consecuencias que pueden ocasionar en nuestro organismo, como las taquicardias.
Si bien sus propiedades hipnóticas y sedantes son las más conocidas, la tila también tiene otras aplicaciones en el tratamiento de nuestros problemas de salud. El mucílago que contiene es un excelente antitusivo, especialmente si se combina con su aceite esencial. De esta manera se consigue que actúe sobre la mucosa respiratoria y se evite el reflejo de la tos, al relajarse el músculo liso bronquial.
La tila también tiene importantes efectos diuréticos, con lo que se puede usar para ayudar al tratamiento de enfermedades relacionadas con el sistema urinario, como cálculos en las vías urinarias e infecciones urinarias. De igual modo, al favorecer la orina, ayuda a la eliminación de toxinas y por tanto a luchar contra problemas como la gota.
Otras propiedades interesantes de la tila son sus capacidades antibióticas y contra las malas digestiones y la acidez de estómago. Una taza después de las comidas nos ayuda a acabar con el reflujo gástrico y a mejorar nuestros procesos digestivos.
Hay que destacar que el árbol de la tila es uno de los que se saca mayor provecho, ya que sus principios activos se pueden obtener tanto de la corteza como de las flores y de las hojas.
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