La principal ley aprobada durante el corto periodo de dictadura de Juan Carlos I fue la Ley para la Reforma Política (pdf), una ley de rango "Fundamental", es decir, de rango constitucional como el Fuero del Trabajo o la Ley de Sucesión. Esta ley es muy curiosa por su caracter extraordinario: es una ley que se levanta en un régimen dictatorial y se acuesta modificando ese mismo régimen, que deja de ser dictatorial precisamente por requerir un referendum nacional, con las garantías exigibles y razonables que se le podían pedir en aquella época maricastañesca.
La ley regula unas elecciones generales preconstitucionales, establece cómo será la representación de la nación, el mecanismo electoral de representación y reserva amplios poderes al Rey y al gobierno. Mucho ha llovido desde entonces pero el mecanismo de representación básico que regulaba aquella ley es el que sigue operando cuarenta años después. Yo me la he leído varias veces para asegurarme de no equivocarme pero en ella no he encontrado ninguna referencia al voto útil ni al voto inútil. Ni siquiera en las siguientes leyes que hablan del régimen electoral se pueden encontrar tales sintagmas.
Francia es un país que tiene la mitad de fragatas que tiene la República de China teniendo el triple de población y de kilómetros de costa. Se diría que a los chinos les gustan los barcos lanzamisiles pero en realidad se trata de que al otro lado del estrecho de Taiwán la idea del voto inútil es la que triunfó. Así que cuando un candidato no argumenta su campaña electoral sino que nos habla de tirar votos a la basura y de votos inútiles intuyo que no viviríamos al mismo lado del estrecho de Taiwán.
Dos partidos (en realidad un partido y una turba vocinglera) apuran los restos para prevenirnos de no tirar el voto a la basura. De unos no tengo nada que decir: son de esa clase de gente que cree que el poder lo tienen quienes cuentan los votos. De los otros sí podría decir algo como que cuando se refieren a que su voto es útil porque frena el extremismo yo me pregunto qué estaban haciendo cuando el extremismo era todavía una bola de pelo a los pies de la cama de algún hirsuto adoctrinador universitario.
Viendo lo poco que se han movido las encuestas desde las pasadas elecciones creo que un pronóstico que se acerque a aquel resultado no es errado. Así que sin una mayoría absoluta sin la que los austrohúngaros pueden relajarse y no hacer nada como han demostrado estos últimos años, su voto seguirá siendo tan decisivo como en las pasadas elecciones. Excluida la turba que lleva en su programa la desaparición efectiva de la soberanía nacional, los partidos políticos más representativos de la sociedad estarán obligados a buscar apoyos entre sí. Así que si la utilidad del voto se mide por la formación de un bloque que no bloquee las instituciones, tan útil es votar a los austrohúngaros como a cualquiera de las otras opciones.
La infundada polarización —irreal a tenor de las encuestas y de las pasadas elecciones— que vende el PP yo la interpreto como una reminiscencia de uno de los males de nuestro sistema al que los políticos no parecen querer prestarle atención. Es la idea del cordón sanitario y de las líneas rojas. De lo que más se queja el PP es justo de lo que ellos practican hacia los demás: una polarización infundada que anule posibilidades. Pues bien, ya han tenido cinco meses para hacer esa cosa tan rara que hace todo el mundo todos los días: llegar a acuerdos cediendo. Sin embargo lo de ceder parece no ir con el PP. Mariano Rajoy ya ha dicho que él hará exactamente lo mismo que hizo antes: no ir a la investidura sin tener la votación asegurada.
Esta forma de actuar tendría sentido si Mariano Rajoy fuera la única persona que puede proponer el PP para la investidura. El caso es que no puede ser la única persona porque los otros partidos ya han dicho que les sería muy dificil votar a Rajoy. Esta negativa de PSOE y Ciudadanos no es caprichosa: Rajoy puede ser tan honesto como un biberón pero existe una cosa que se llama responsabilidad política. Y asumir la responsabilidad política significa pagar por los disturbios que causan tus subalternos. Y pagar en términos políticos es dar un paso atrás. Así que si se vuelve a repetir la función esta vez no habrá excusa: el responsable del bloqueo tendrá un único nombre y barba y gafas.
Es evidente que en esta ecuación operan más variables. Si el PSOE obtiene un resultado todavía peor que el peor resultado de su historia, no me parece un locurón que su secretario general y candidato dé un paso atrás la misma noche electoral. Si le pedimos altura de miras y responsabilidad política a unos también se la debemos pedir a otros. El candidato del PSOE no puede pretender presentarse a una investidura con cincuenta escaños y representación en doce provincias. Ni siquiera lo puede hacer aunque contara con el suficiente apoyo del Club de Aficionados al Tercer Mundo. La legitimidad no es el resultado de una suma aritmética sino que cuenta con factores cualitativos que no se miden con cinta métrica.
Luego hay otro tema acerca del voto útil que es cómo se reparten los escaños por provincias. En muchos casos el partido más votado (suele ser el PP) lo tiene más complicado para llegar al siguiente escaño en muchas provincias y otros partidos lo pueden tener más fácil porque pugnan por pocos votos con un escaño de los feos. También está lo de pensar a quién le vas a quitar el anterior escaño con tu voto. Claro que todo esto es mucho más complicado y requeriría hacer simulaciones, informar a la gente e incluso hacer una campaña distinta para los indecisos. Creo que el personal no está para estas cosas.
Además, a estas alturas sólo está indeciso quien quiere estarlo.