¿Fue más importante la caída del Muro de Berlín que la caída de las Torres Gemelas? En la resaca del aniversario berlinés, la respuesta parece tan obvia como rápida. Pero si la caída del Muro puso fin al corto siglo XX y fue la losa del comunismo, el 11S inició un presente repleto de miedos e incertidumbre. La imagen de los berlineses saltando el muro de hormigón llenó las primeras páginas de los periódicos del día siguiente. En cambio, todos vimos el impacto del segundo avión en el instante en que se producía, detenido en el tiempo, como el latido de una pesadilla.
El segundo avión confirmó que estábamos viendo el primer atentado global. Al día siguiente todos nombrábamos a Bin Laden, un hombre del que no sabíamos nada, e intentamos encerrar nuestro temblor en un número con letra. “La torre elevada” – premio Pulitzer 2008 – intenta explicar por qué ocurrió el 11S. Y para ello su autor, Lawrence Wright, inicia su relato en los Estados Unidos de finales de los años 40, vistos a través de Sayyid Qutb, el gran teórico del integrismo musulmán del siglo XX.
“Estamos transmitiendo a nuestros hijos asombro y respeto por el amo que pisotea nuestro honor y nos esclaviza – escribió Qutb en uno de sus escritos - (…) Enseñemos a esos niños, desde que sus uñas son blandas, que el hombre blanco es el enemigo de la humanidad y que deberían destruirle a la primera ocasión”.
Bin Laden no fue uno de esos niños, pero la lectura de las obras de Qutb le transformó. Hijo de un constructor de éxito hecho a sí mismo, hermano de 53 hermanos, Bin Laden encontró en la yihad el sentido de su vida. Se casó con cuatro mujeres y decidió vivir como Mahoma. “Durante toda su vida ansiaría la austeridad como un vicio: el desierto, la cueva y su deseo aún no expresado de morir anónimamente en una trinchera en la guerra”. No tuvo suerte en Afganistán y sus víctimas tampoco.
“La torre elevada” no es una biografía de Bin Laden, pero Wright reconstruye la vida del saudí e intenta perfilar la personalidad del fundador de al-Qaeda. Sin él, a pesar de la extrema crueldad de su socio, el egipcio al-Zawahiri, la organización terrorista no habría existido. Mientras que otros integristas islámicos se esforzaban por crear organizaciones terroristas nacionales, Bin Laden quería una organización global. Y no dejó de luchar hasta lograr su objetivo. Al otro lado del tablero de juego, con la tentación de convertir esta brillante historia en una novela, nos encontramos con un investigador del FBI mujeriego, mentiroso e incansable, John O`Neill, el hombre que intentó atrapar a Bin Laden.
En sus capítulos finales, “La torre elevada” se convierte en un relato de oportunidades perdidas, de nefastas competiciones entre la CIA y el FBI: “nadie tenía las piezas del puzzle”. Wright las ha ordenado todas minuciosamente, en un trabajo tan bien escrito como apasionante. Su libro, publicado sin aniversario mediático, nos recuerda que el muro más alto y poderoso no protege ni limita, sólo separa dos mundos incompatibles. Y aunque no lo hayamos elegido, estamos a un lado de ese muro invisible.
10/11/09