Retomar el matrimonio como tema principal en una novela suena, a priori, a suicidio literario. Para hablar de la unión conyugal ya teníamos a Jane Austen y, ahora que Orgullo y Prejuicio cumple 200 años ocupando un lugar en la estantería sin que nunca haya llegado a acumular demasiado polvo, resulta un atrevimiento robarle atención a la terca Elizabeth Bennet.
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