La represión de las protestas de Taksim puso en evidencia el autoritarismo del gobierno turco / EFE
El año 2013 supuso un punto de inflexión para Turquía. Las protestas que protagonizaron aquel mes de junio pusieron en evidencia ante el mundo entero el autoritarismo del dirigente turco, Recep Tayyip Erdogan. En el país eurasiático se ha puesto coto a la libertad de expresión y para ello se ha legitimado la violencia policial, que goza de impunidad, las persecuciones y los juicios “vengativos”, como muchos los califican, hacia opositores y medios de comunicación. Erdogan, que goza de mayoría absoluta y lleva 13 años al mando del país, ha radicalizado cada vez más su postura ante el incremento de las críticas.
La reciente detención del director de Zaman, uno de los principales medios de comunicación en Turquía, Ekrem Dumanli, ha despertado las críticas internacionales a la falta de libertad de expresión en el país. Zaman se caracteriza por ser muy crítico con el presidente, por lo que la policía procedió a detener a Dumanli el pasado sábado, acusado de participar en un “plan para derrocar al Gobierno”. También fueron detenidas otras 23 personas vinculadas a la cadena de televisión Samanyolu y al archienemigo de Erdogan, el también islamista Fethullah Gülen.
La población turca lleva años denunciando el giro autoritario del gobierno del AKP (Partido de la Justicia y el Desarrollo), especialmente desde 2011, cuando Erdogan obtuvo por primera vez la mayoría absoluta y fue acusado de “islamizar” el país por medidas como intentar asumir la presidencia de la República (no lo consiguió) o tumbar la prohibición del velo islámico en espacios públicos. Las protestas de la plaza Taksim, en Estambul, fueron duramente reprimidas y terminaron en una persecución judicial de activistas, medios de comunicación e incluso personal sanitario que atendió a los 8.000 manifestantes heridos. Por contra, el gobierno turco ha blindado la identidad de los policías que llevaron a cabo la represión de las protestas, que provocó 4 muertos.
Si bien más del 90% de los turcos son musulmanes, existe una fuerte tradición laica en el país que hace que las medidas islamizadoras del presidente no sean bien vistas por amplios sectores. Sin embargo, este no es el principal problema que presenta Erdogan, sino más bien los métodos que utiliza para imponer su criterio, los escándalos por corrupción y la censura y persecución de todos los puntos de vista contrarios, emitidos tanto en las redes sociales como en los medios de comunicación. Así se demostró en Taksim, una protesta motivada por el anuncio de demolición del histórico parque Gezi para la construcción de un centro comercial, que terminó con la detención de activistas y con muchos juicios basados en comentarios vertidos en Internet. Son muchos los organismos que han denunciado el autoritarismo del gobierno turco, pero éste goza todavía de una mayoría absoluta que le otorga amplios poderes. Queda por ver si, con el tiempo, la crisis social se convertirá en una crisis política.