Hace apenas una semana se dijo desde esta columna que la Presidenta estaba perdida en el escenario internacional. Muerto Hugo Chávez, su valedor, su papel se esfumaba en el bloque regional. Dilma Rousseff ocupaba por derecho propio el eje de ese heterogéneo conglomerado bolivariano y Nicolás Maduro, “un marxista” all’uso , peregrinaba del cielo a la tierra en una visión milagrera y simplista de su propia situación. Al mismo tiempo, la posibilidad de que fuera Jorge Bergoglio el elegido la dejaba frente a una dura realidad: “Con la Iglesia hemos topado”. No se trataba de clarividencia ni de adivinación. El historiador Eduardo Lazzari había leído con inteligencia tres datos de la realidad: a Bergoglio le habían pedido que adelantara su viaje; su presencia, entonces, era esencial en Roma, y se había despedido con un “recen para que vuelva”. No volverá.
El cristinismo tenía su pesadilla, el hombre que sin oponerse al Gobierno se oponía a sus prácticas y por eso había sufrido el desprecio kirchnerista, que le daba la espalda a sus homilías. Dijeron, a modo de proscripción, que su pasado era Guardia de Hierro. ¿Y el del consejero favorito de los patagónicos, Juan Carlos el Chueco Mazzón, no? Se dijo también que había colaborado con la dictadura, ¿acaso Alicia Kirchner no?; el Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel negó el colaboracionismo bergogliano. La ex defensora de Horacio Verbisky, Alicia Oliveira, también. Los Kirchner, en ese plano, no eran una voz autorizada haciendo una fortuna gracias a la 1050, en aquel contexto un pecado capital. En cualquier caso no fue la mano de Bergoglio la que escribió para que Orlando Ramón Agosti pusiera en funciones al brigadier Graffigna: “Hemos ganado la batalla de las armas, que ellas no se contaminen de la pestilencia que vinieron a limpiar”. Algún día, tarde o temprano, se sabrá quién fue el autor de semejante brutalidad.
El cristinismo reaccionó, ante la designación, con miserias. Lo vivió como una afrenta, como una demolición política.
El cristinismo reaccionó, ante la designación, con miserias. Lo vivió como una afrenta, como una demolición política. La polémica infectó también al Grupo Fénix. Vergonzoso, el espectáculo en la Cámara de Diputados. Era casi de odio, el rostro del jefe de la bancada oficialista, Agustín Rossi. Hasta que Cristina Fernández resolvió un cambio de estrategia. La dignidad personal es un bien escaso en la política.
Absurdamente fría la carta de la jefa de Estado.
Patético el acto de Tecnópolis, donde ofició de lo que quería, de “ papisa ”, y pretendió marcarle la cancha al nuevo Papa. Nunca mencionó que el electo jefe de la Iglesia hubiera sido Jorge Bergoglio; el arzobispo de la ciudad capital jamás existió. ¿Ricardo Alfonsín estaba obligado a hacer el papel de escudero de Su Majestad y volar junto a ella? ¿ De qué se trata la oposición política? La llamada “TV pública”, abrumada por los mensajes escandalizados de las redes sociales, se vio obligada a levantar la señal Paka Paka y transmitir la señal del Vaticano. Luego volvió a las andadas y dividió la pantalla con la Presidenta en Tecnópolis. La Presidenta, incluso, impartió una bendición, al mejor estilo menemista: “Dios lo proteja”, le había dicho el riojano a Carol Wojtila.
La Presidenta, incluso, impartió una bendición, al mejor estilo menemista: “Dios lo proteja”, le había dicho el riojano a Carol Wojtila.
Pero la Presidenta, apoyada en una fuerza cada vez más escuálida, persiste en acosar. El relato que hace Joaquín Morales Solá de los acontecimientos de Junín resulta escalofriante porque no dramatiza: su descripción de los hechos es aterradora.
Cuenta el periodista de La Nación que Gustavo Traverso, el segundo de Sergio Berni, supersecretario de Seguridad, alentó el vandalismo. Un concejal le dijo a Morales Solá: “Parecía el coordinador de la violencia”. El agravante es que Traverso, como funcionario de la delegación regional de Junín del Ministerio de Desarrollo Social, que controla las cooperativas de trabajo financiadas por Alicia Kirchner, arreó a los cooperativistas a cambio de dinero.
De la veintena de punteros políticos identificados ante la Justicia, la mayoría pertenece a Kolina, el grupo de Alicia Kirchner. Se vio a Berni al frente de los desmanes, y los lúmpenes de Kolina camparon por sus respetos. Narró Morales Solá que “una Traffic recorrió el barrio pobre El Progreso, de Junín, recogiendo gente a cambio de alimentos y dinero”, para avivar los fuegos en los lugares de violencia. De modo simultáneo, llegaban lúmpenes recolectados en los bajos fondos del cordón de la ciudad de Buenos Aires. Quizá porque no eran locales no encontraron dónde quedaban el Banco Nación, la oficina de la ANSeS ni la delegación del Ministerio de Desarrollo Social para incluir entre sus objetivos pirómanos. O quizá quedaron satisfechos con los incendios de la comisaría, la intendencia y una biblioteca. Nada nacional, todo provincial y municipal.
Fuego y destrucción allí donde no haya obediencia ciega. ¿Es ese un modo de gobernar? Tal vez sí.
Fuego y destrucción allí donde no haya obediencia ciega. ¿Es ese un modo de gobernar? Tal vez sí. Un modo bárbaro, que incorpora la maldad a una sociedad que había logrado sacársela de encima. El mal no es un concepto político, argumentarán. ¿Seguro? El mal es un gas deletéreo, se filtra banal por debajo de todas las puertas, aún las de aquellas que se creen blindadas a sus efectos.
La doctora Fernández de Kirchner debe saber lo que hace. Por eso, ahora, se cuelga de los faldones papales con la esperanza de recibir una cuota de importancia del hombre que le hizo recorrer todos los escaques del tablero para no enfrentar, cara a cara, las objeciones de un arzobispo.
Mañana, Francisco le concederá la primera audiencia. ¿Alguna evocación del conflicto entre Dios y la tierra? En el año 1000, Gregorio VII se enfrentó al emperador Enrique IV en medio de la “querella de las investiduras”. La humillación de Canosa. Gregorio escuchó los ruegos del emperador y le devolvió su reino de este mundo. El gran poeta vasco Gabriel Celaya escribió: “son gritos en el cielo y en la tierra son actos”. Quienes no creen en unos, creen en los otros. Aquel poema concluía con una llamada desesperada: “ estamos tocando el fondo ”.
(In memoriam)
La gran periodista Susana Viau falleció el 24 de Marzo de 2013, ésta fue su último escrito para el Diario Clarín y fue publicado el 17 de Marzo, bajo el título “La elección de Bergoglio: una afrenta a Cristina”.