Se desconoce la fecha exacta del nacimiento de Catalina Parr, acaecido el año 1512, en el castillo de Kendal, en Westmorland. Fue la primera hija de Sir Tomas Parr y su esposa, Matilda Green, antigua dama de la corte de la reina Catalina de Aragón. Huérfana de padre desde los cinco años, Catalina estuvo siempre muy ligada a su madre. Su educación fue la típica de cualquier otra joven de alta alcurnia aunque Catalina siempre amó el estudio y dedicó muchas horas a leer y a aprender, sobre todo idiomas como el latín, el francés o el español.
Antes de casarse con el rey de Inglaterra, Catalina había quedado viuda en dos ocasiones. La primera, después de su matrimonio cuando tenía tan sólo dieciséis años, con sir Edward Borough, quien murió cuatro años después. En 1534 se casaba por segunda vez con John Neville, quien fallecería en 1543. Catalina lloró sinceramente la muerte de su segundo esposo, de quien mantuvo toda su vida una Biblia de él.
Convertida en una rica viuda, Catalina Parr utilizó la antigua posición de su madre en la corte para entrar al servicio de la princesa María como su dama de compañía. Pronto encontró un nuevo amor en el hermano de la antigua reina, Jane Seymour, sir Thomas Seymour. Pero por aquel entonces Enrique VIII, viudo de su quinta esposa, Catalina Howard, ya se había fijado en ella. Catalina no pudo negarse a la proposición real y, tras abandonar a su verdadero amor, se casó con Enrique VIII el 12 de junio de 1543.
Convertida en nueva reina de Inglaterra y de Irlanda (fue la primera reina inglesa en ostentar este título), Catalina instaló en la corte a los hijos de su segundo marido a quien había prometido hacerse cargo de ellos. Al año siguiente su esposo marchaba a la nefasta última campaña en Francia y Catalina quedaba como regente del reino. Fue entonces cuando demostró ser una mujer inteligente y capaz de gobernar con gran acierto. Además de firmar cinco edictos reales, gestionó con eficacia la hacienda del reino.
Catalina mantuvo siempre una estrecha relación con los hijos del rey, María, Isabel y Eduardo, a los que trató como a sus propios hijos. No sólo eso, sino que convenció a su marido para que legitimara a sus dos hijas a las que había declarado bastardas tras la nefasta relación que había mantenido con las madres de ambas. Así, fue gracias a Catalina Parr que tanto María como Isabel pudieron reinar en Inglaterra después de la desdichada y prematura muerte de su hermano Eduardo VI.
La reina Catalina escribió tres obras relacionadas con la fe protestaste que provocaron gran malestar entre el clero católico. Psalms or Prayers, Prayers or Meditations y Lamentations of a Sinner fueron las primeras obras escritas y firmadas por una reina inglesa.