Revista Arte
Hace algo menos de un año, en el número de abril de ILikeMagazine, escribí esto: "Por lo demás, Arco es una feria cada vez más convencional de lo que debería y aparenta. Un espacio en el que apenas coexisten las nuevas tecnologías ni el 2.0 y donde la sensación de estar viendo obra repetida es constante (cuanto daño hacen algunas facultades de Bellas Artes). Una feria que huye de la necesidad urgente de reconversión, de unir discursos y contextos, de definirse y renunciar a delirios de grandeza. Arco no es Miami ni Basilea, tendría que limitarse a asumir con acierto el digno papel de lugar de encuentro e intercambio de ideas que los artistas españoles eiberoamericanos reclaman y merecen, sin esperar únicamente a contar el número de stands y que tanto por ciento de ventas se incrementa cada año.". Pues bien, lo que quería decir es esto que escribe hoy Manuel Borja-Villel en El País:
Es innegable que los modelos en los que se ha basado nuestro
engranaje cultural han dejado de ser válidos y que es necesario desarrollar
nuevos paradigmas. Es también indudable que la ansiedad por ser reconocidos
(que no deja de ser una forma perversa de reforzar una hegemonía en la que
parece que estamos condenados a permanecer en una posición subalterna) ha sido
una constante en nuestra historia reciente. Hemos de ser conscientes de la
excepcionalidad de nuestra historia y de la precariedad de nuestra modernidad.
Quizás ha llegado la hora de que dejemos de mirarnos en estructuras
establecidas y busquemos una posición propia en un mundo que se transforma muy
rápidamente. Si Arco quiere desempeñar un papel relevante en este contexto,
hemos de entender que lo importante no es potenciar una política de ventas a
corto plazo, ni refugiarse en los beneficios que proporcionan las tasas o
alquileres de los stands, ni en su repercusión mediática. Las
épocas de crisis son también períodos de transformaciones profundas.
Posiblemente Arco se encuentre ante su última oportunidad, y haya llegado el
momento de proponer una feria que se convierta en un auténtico lugar de
intercambio y negociación. Un lugar en el que tengan cabida los nuevos modos de
producción y uso que caracterizan el mundo global en el que vivimos, y en el
que la realidad iberoamericana sea uno de sus ejes vertebradores.
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