Revista En Femenino

La última zarina, Alejandra Románova (1872-1918)

Por Sandra @sandraferrerv
La última zarina, Alejandra Románova (1872-1918) La noche del 17 de julio de 1918, el sótano de la Casa Ipatiev, en Ekaterimburgo, fue el escenario del brutal asesinato de la familia real rusa. El zar Nicolás II, su esposa, sus cinco hijos y algunos miembros del servicio, incluido el médico imperial, fallecían, poniendo punto final a una historia, la de la Dinastía Romanov, que había gobernado en Rusia tres siglos. La ejecución era una de las consecuencias de la nefasta gestión de un imperio autocrático en el que el pueblo se moría de hambre, mientras el zar era incapaz de tomar una decisión acertada. A su lado, su esposa de origen germano, Alejandra Románova, tampoco se ganó el cariño de un imperio cansado de injusticias sociales. Su timidez, enmascarada en un carácter frío y distante, la alejaron de la corte. La ansiedad por dar el imperio un heredero culminó cuando nació Alexei y se descubrió que sufría hemofilia. El consuelo que encontró en el estrambótico Rasputin terminó por empeorar dramáticamente su situación.

La nieta de la estricta reina Victoria La última zarina, Alejandra Románova (1872-1918) Victoria Alicia Elena Luisa Beatriz de Hesse-Darmstadt nació el 6 de junio de 1872 en el Palacio de Darmstad. Era la sexta de los siete hijos que tendrían el Gran Duque Luis IV de Hesse y la Princesa Alicia del Reino Unido, hija de la Reina Victoria. Alix, como se la conocía cariñosamente, tuvo una infancia tranquila que se vio truncada en 1878 cuando una terrible epidemia de difteria se llevó por delante a algunos de sus hermanos y a su propia madre. La educación de Alix, que tenía entonces seis años, y sus hermanos quedó bajo la supervisión de su abuela, la reina Victoria de Inglaterra con la que pasaban los veranos, rodeados de la amplia familia real inglesa.  

Alix era una de las nietas preferidas de la Reina Victoria. Esta le buscó distintos pretendientes a los que la joven duquesa rechazó uno detrás de otro. Su corazón hacía poco tiempo que ya tenía propietario.

La novia del zarevich

La última zarina, Alejandra Románova (1872-1918)
Con motivo del noviazgo entre Isabel de Hesse, hermana de Alix, y el Gran Duque Sergio Alexandrovich de Rusia, Alix conoció a Nicolás, el heredero del imperio ruso, de quien se enamoró desde el primer momento. Sus sentimientos fueron correspondidos por el zarevich. Ambos, emparentados por varias ramas genealógicas, no recibieron el beneplático de sus respectivas familias. Ni la Reina Victoria ni el Zar Alejandro III y su esposa aprobaron su relación. 

A pesar de los obstáculos, Nicolás terminó pidiendo la mano de Alix y consiguió que su padre, en su lecho de muerte, aceptara a la princesa germana como esposa de su hijo. 

Una boda con malos augurios

El 1 de noviembre de 1894 fallecía el zar Alejandro III y su hijo se convertía en el nuevo zar como Nicolás II. Un día después, Alix se convertía a la fe ortodoxa, algo que le había costado asumir como parte del compromiso con Nicolás, y se convirtió en la Gran Duquesa Alejandra Feodorovna. Pocos días después de enterrar al zar Alejandro en Moscú, el 19 de noviembre, se celebraba la boda real.

Fue el 26 de noviembre de 1894 en la Gran Iglesia del Palacio de Invierno de San Petersburgo. Las malas lenguas empezaron a hablar de una boda precedida de un negro ataúd. Aquel día, Alejandra se convertía en zarina pero su coronación oficial tuvo lugar el 14 de mayo de 1896, un día que también tuvo su lado dramático. 


La última zarina, Alejandra Románova (1872-1918)


La ceremonia de coronación se celebró en el palacio del Kremlin de Moscú. En honor a tal dichoso día para los zares, se decidió distribuir alimentos entre la población. Una iniciativa que terminó convirtiéndose en una auténtica tragedia. Los habitantes de Moscú, pobres y hambrientos, se abalanzaron sobre los carros de comida creando una avalancha humana que los soldados que organizaban el acto no pudieron controlar. Muchas personas morían aplastadas por la multitud desesperada en busca de un trozo de pan. 

La última zarina, Alejandra Románova (1872-1918)
El trágico inicio de reinado de los nuevos zares no mejoró con la presencia de una zarina de origen alemán de la que se decía que era de carácter reservado y excesivamente fría con sus allegados. Una actitud que escondía una timidez que se fue acrecentando a lo largo de los años. 

Una trágica descendencia

En 1895 nacía el primer vástago de la pareja imperial. Y fue la primera decepción para el reino. Llegaba al mundo la duquesa Olga. Dos años después nacía Tatiana a la que siguió María en 1899 y Anastasia en 1901. 

Durante todos aquellos años, Alejandra se vio sometida a una angustiante presión de la opinión pública y de los rumores de palacio por no ser capaz de dar a la ancestral dinastía Romanov un heredero. A pesar de que Nicolás fue cariñoso con su esposa y aceptó con alegría la llegada de las duquesas, el problema sucesorio continuaba sin resolverse. 

Y cuando al fin llegó el ansiado heredero, el zarevich Alexis, en 1904, pronto una terrible noticia oscureció palacio. El pequeño Alexis había heredado la hemofilia de su madre, transmitida por vía materna. Alejandra se volcó entonces en sobre proteger a su hijo y a ocultar en la medida que era posible, la situación. Desesperada por no encontrar una respuesta satisfactoria en los médicos de palacio, Alejandra pronto cayó bajo el embrujo de un extraño personaje llamado Grigori Rasputin quien, de manera inexplicable, conseguía frenar las hemorragias del pequeño. 

La última zarina, Alejandra Románova (1872-1918)


Pronto Rasputin, considerado por Alejandra como un enviado de Dios, se coló en las estancias del palacio de Tsarkoye Seló donde poco a poco fue ganando influencia y poder llegando a influenciar en las decisiones de gobierno. 


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El fin de la dinastía

Nicolás II fue incapaz de gobernar el vasto imperio ruso, un territorio en el que la pobreza, el hambre y la desesperación del pueblo, fueron los detonantes de la Revolución de Octubre. El zar, quien en alguna ocasión había confesado que nunca quiso serlo, abdicó sus derechos y los del zarevich en marzo de 1917. Terminaba oficialmente el reinado de la dinastía de los Romanov, que había reinado en Rusia desde el siglo XVII. 

Pero la abdicación no fue suficiente para salvar sus vidas. La familia imperial era el símbolo de un pasado demasiado reciente que los enemigos de la revolución podían utilizar para volver al régimen anterior. Viendo su vida peligrar, sus fieles aliados buscaron asilo en distintos países europeos.Todos les cerraron las puertas. 


La última zarina, Alejandra Románova (1872-1918)


Nicolás, Alejandra y sus cinco hijos, fueron recluidos en un primer momento en el palacio de Tsarcoye Seló pero en agosto de 1917 fueron trasladados a Tobolsk donde vivieron hasta que fueron trasladados a Ekaterimburgo en abril de 1918. Pocos meses después, llegaba desde Moscú la orden de ejecución de toda la familia imperial. 

Tras su muerte, los cuerpos fueron destruidos y enterrados en una mina lejos de la ciudad. En 1989 los periódicos anunciaron el descubrimiento de la tumba, diez años antes. Después de exhumar los restos e identificarlos, la familia imperial fue enterrada en 1997 en la Catedral de San Pedro y San Pablo en San Petersburgo. 

La iglesia ortodoxa rusa canonizó a todos los miembros de la última familia Romanov.

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