"Todos somos voyeurs", decía Alfred Hitchcock a François Truffaut. "Le apuesto a que nueve de cada diez personas si contemplan al otro lado del patio a una mujer que se desnuda antes de irse a acostar, o simplemente a un hombre que ordena las cosas en su habitación, no podrán evitar mirarlo. Podrían apartar la mirada diciendo: «No me concierne», podrían echar las cortinas, pues bien, no lo harán, se entretendrán en mirar."
Y es de la curiosidad de lo que trata este film, quizá el mejor del director británico, o al menos el que mejor resume la filosofía de su cine, el morbo de observar sin ser visto, como lo hace un espectador en la oscuridad de la sala cinematográfica. James Stewart representa a ese espectador. Es un fotógrafo profesional que se ha partido una pierna trabajando. Es alguien a quien le gusta mirar la vida a través del objetivo de su cámara y se desespera por su inactividad. Pero detrás de sus ventanas la vida sigue y Jefferies pronto se interesa por las historias que transcurren en los distintos pisos de sus vecinos de enfrente, como si fuera el espectador de distintos fragmentos de películas que su imaginación debe completar. Está la pareja recién casada, que se pasa el día haciendo el amor, la vecina atractiva y conquistadora, la mujer que vive en un continuo desamor, la pareja madura que quiere a su perrito como si fuera un niño... y un presunto asesino.
Ante esta explosión de acontecimientos ante su ventana, Jefferies se olvida de su propia vida y se centra en vigilar permanentemente la de los demás. Ni siquiera duerme en una cama, sino que dormita de vez en cuando en el sillón o en la silla de ruedas. Su rostro está sudoroso y acalorado, por la temperatura y por la curiosidad. Su novia es nada menos que la esplendorosa Grace Kelly, pero ni siquiera le presta a ella la atención suficiente: no quiere casarse y los fragmentos de vida que atisba desde su posición le reiteran en su idea, así que ella debe ir haciéndose cómplice de sus morbosas actividades e ir abandonando su escepticismo inicial respecto a las sospechas de que se ha producido un asesinato para abrazar una fe más ferviente aún que la del propio Jefferies. El mismo proceso sucede con su enfermera. No es difícil. Somos animales muy curiosos y a veces lo arriesgamos todo por disipar una duda...
La ventana indiscreta es un prodigio técnico: un decorado que resume la vida misma por el que nos movemos al mismo ritmo que la mirada de Jefferies, un personaje que no sólo usa su cámara para trabajar y para espiar, sino también como medio de defensa, intentado cegar a su enemigo con el mismo instrumento que él usa para ver mejor. Hitchcock nos recuerda que no hay tanta distancia entre cine y vida, que la curiosidad y la mirada son dos de los instrumentos más poderosos de los que la evolución ha dotado al hombre. Usarlos le hará progresar, pero también, si no lo hace sabiamente, pueden perderle.