Ocho de Marzo, Día Internacional de la Mujer: Sobre Fechas y Acacias
El ocho de marzo es el día del año en el que recordamos que la igualdad entre mujeres y hombres es todavía un bien no alcanzado por nuestras sociedades.
A título meramente ilustrativo merece la pena señalar que antes de que el ocho de marzo fuese en la década de los setenta instaurado por Naciones Unidas como día internacional de la mujer trabajadora, ya existieron con anterioridad a la I Guerra Mundial fechas conmemorativas de la lucha feminista.
El día elegido para proporcionar eco a estas reivindicaciones varió bastante a lo largo del tiempo y la geografía. Las primeras en festejar su lucha fueron las socialistas norteamericanas con la celebración del Woman´s day el 3 de mayo de 1908 y 1909 (a partir de 1910 lo celebrarían el último domingo de febrero). Otras fechas establecidas en el resto del mundo fueron el 19 de marzo a partir de 1911 para las mujeres alemanas, austriacas, danesas y suizas, y el 1 de mayo para las mujeres suecas y las italianas. A su vez, las rusas eligieron el 3 de marzo en 1913 y las francesas el día 9 del mismo mes en 1914. Precisamente, en ese año, durante la conferencia de mujeres que precedía al Congreso de la Internacional de Berlín, las socialistas finlandesas, suecas y estadounidenses propusieron unificar la fecha de celebración del día de la mujer trabajadora, pero el consenso no fue posible debido a las diferencias climáticas y de desarrollo industrial de los países participantes.
Posteriormente, dos hechos trascendentales - la I Guerra Mundial y la Revolución Bolchevique - impusieron el 8 de marzo como fecha única para la reivindicación de los derechos políticos y sociales de las mujeres. El 23 de febrero de 1917, las mujeres de Petesburgo se echaron a la calle exigiendo pan para sus hijos y el regreso de sus maridos de las trincheras, donde dos millones de hombres rusos ya habían perecido. En 1921, la II Conferencia Internacional de las Mujeres Comunistas reunidas en Moscú adoptó el 8 de de marzo como día de la trabajadora en recuerdo de esa revuelta antizarista de febrero de 1917.
Alguien podría preguntarse el porqué de ese baile de fechas entre febrero y marzo. No existe tal baile: La desviación del calendario juliano respecto del gregoriano es de trece días, de modo que el 23 de febrero juliano coincidía con el ocho de marzo occidental.
Concluida la I Guerra Mundial, el 8 de marzo fue paulatinamente adoptado por el resto de países como día internacional de la mujer trabajadora durante todo el periodo de entreguerras. Pero como después de la II Guerra Mundial resultaba incómodo para Estados Unidos y buena parte de Europa, que la internacionalización homogénea de esta celebración tuviese por base la Revolución Bolchevique, en 1955 se revistió su origen con la historia (real) de un incendio acaecido en 1908 en una fábrica de New York, en la que murieron abrasadas 129 obreras mientras reclamaban mejoras laborales.
La deliberada adulteración del origen del ocho de marzo es una teoría sostenida por investigadoras feministas entre las que se encuentran las sociólogas Liliane Kandel y François Picq. Asimismo, la investigadora española Ana Isabel Álvarez González asegura que en 1975 con motivo del Año Internacional de la Mujer, Naciones Unidas explicó una historia oficial sobre el origen del ocho de marzo en la que se omitió la revuelta de Petesburgo en 1917.
Otra curiosidad en torno al ocho de marzo es el uso en muchos países, principalmente Italia, de la flor de la mimosa para conmemorar la lucha feminista. En nuestro país apenas se utiliza la mimosa con este objeto, y desgraciadamente en Italia su empleo ha adquirido actualmente dimensiones comerciales que traicionan el loable fin con el que esta humilde flor fue propuesta.
En 1946, la Unión de Mujeres Italianas (U.D.I. Unione donne italiane) se encontraba preparando la celebración del primer ocho de marzo en tiempo de paz, cuando tres ex partisanas Teresa Noce, Rita Montagnana y Teresa Mattei, sugirieron emplear una flor que pudiese caracterizar la jornada, del mismo modo que el clavel rojo venía siendo utilizado para festejar el 1º de Mayo. Resultaba necesario, pues, encontrar una flor que estuviese no sólo disponible a principios de marzo sino también alcance de cualquiera, porque entonces no había muchos invernaderos ni las flores llegaban como hoy por vía aérea.
Algunas mujeres se acordaron de las flores amarillas del árbol de la mimosa presente en muchos espacios tanto ajardinados como silvestres. La propuesta tuvo éxito y la mimosa como el color violeta, uno de los colores en la banda de las sufragistas (los otros dos eran el blanco y el verde), ha pasado a formar parte del acervo simbólico del ocho de marzo...
Como quiera que las casualidades no existen (o tal vez sí, chi lo sa. Confieso que como junguiana irredenta adoro las coincidencias significativas), 'mimosa' es el nombre vernáculo en castellano y en algunas otras lenguas romances de Acacia dealbata, una especie arbustiva perteneciente a la familia de las Leguminosas. Las ramas de la mimosa - cuyas flores parecen pequeñas bolas de oro - nos remiten inevitablemente a la célebre “Rama Dorada” de los antiguos misterios.
En Grecia, este árbol y sus flores estaban dedicados a Hermes, el mensajero de sandalias aladas, guía de los viajeros que cruzan y mediador en los intercambios…
La acacia mimosa florece a final del invierno cuando la mayoría de las plantas se encuentran desnudas, es una auténtica mensajera de esa primavera que está por llegar y que todavía no vemos. Sus ramas soberbiamente cargadas de flores (su floración suele ser exuberante) sorprenden la vista y anuncian la inminente resurrección de la naturaleza tras la fría muerte invernal…
Puede que cada ocho de marzo la acacia mimosa anuncie la anhelada primavera de los géneros, el esperado renacimiento de la Humanidad a una forma más igualitaria, libre y fraterna de convivencia de mujeres y hombres después de siglos de oscurantista opresión patriarcal.
¡Feliz ocho de Marzo a quienes aman la primavera!
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