La realidad de nuestras noches durante las primeras semanas posteriores a María.
Como la mayor parte del país, me quedé sin servicio de agua, luz y comunicación. También tuve que hacer filas para comprar hielo y gasolina. Ahora, confieso que a pesar de que todos estábamos con salud, mi casa estuvo a salvo y teníamos suficientes víveres para varias semanas, no me salvé de experimentar el llanto, el coraje y la frustración.
Qué aprendí
Volver a abrazar a mi padre fue una de las grandes bendiciones.
Fueron muchas las lecciones. De hecho, el proceso de aprendizaje continúa. Curioso porque no es hasta que vives una situación así que te das cuenta de tantas cosas. Esas que sueles pasar por alto simplemente porque no te detienes a mirarlas. Aquí van algunas según llegan a mi mente:
- La solidaridad de esta bendita Isla es infinita.
- Ayudar es tan fácil como dar un abrazo.
- Definitivamente soy Morales.
- La paciencia fue y sigue siendo mi arma secreta.
- No hay mal que por bien no venga.
- Me casé con el hombre correcto.
- Conocí a los verdaderos amigos.
- Desconectarse es conectarse.
- La familia es maravillosa.
- Mis vecinos son lo más.
- Mis padres no son humanos, son ángeles.
- Confirmado, mis compañeras de trabajo y mis clientes me estiman (y yo a ellos).
- Para avanzar hay que seguir. Si te detienes, pierdes.
- Bañarse con un vaso es de terror.
- La naturaleza es sabia.
- Los NUESTROS valen oro (los de la diáspora se botaron).
- Amo mi Isla, amo su gente, amo vivir aquí.
- Lavar ropa a mano o con una tabla no es lo mío. No lo es.
- El agua potable es todo.
- Pensar positivo y mantenerse optimista te ayuda a salir adelante y mantenerte mentalmente estable en momentos de estrés.
- Mi suegra me quiere bien. No puede negarlo. :)
Buscando un poco de normalidad, nos fuimos a disfrutar de un rico café.
La lección más valiosa es que la mayoría de las cosas que tengo no me hacen falta. El día del huracán me fui de casa, dejando todo atrás. De los objetos solo me llevé las computadoras portátiles y el teléfono. Todos necesarios para trabajar. A la hora de la verdad ninguno funcionó. Bah! También me llevé cuatro cambios de ropa y ropa interior. Obvio que toallas y otros artículos de primera necesidad. En una bolsa echamos comida no perecedera y mucha agua. Así, sin más, nos fuimos los cinco (incluyendo a Hugo y Fidel) a la casa de la hermana de mi esposo. Nos fuimos sin saber lo que encontraríamos a nuestro regreso.
A nuestro regreso nos topamos con una nueva realidad. Ahora somos más juiciosos, controlamos más los gastos y pasamos más, mucho más tiempo en familia.
Ya tenemos agua, luz y las comunicaciones funcionan mejor. Toca seguir dándole la mano a nuestros hermanos que continúan careciendo de todo para que se levanten.
Gracias por esperarme. Seguimos pa'lante.
Un abrazo, Lezeidarís