Revista Cine

La vida en la carretera

Publicado el 02 febrero 2012 por Lacontra
La vida en la carretera   Anoche, rebuscando en lo más hondo del disco duro del tiempo, por fortuna encontré uno de esos conciertos que revuelven el aire del recuerdo con todo su polvo y melancolía. Los artistas bien merecían una reposición más. El concierto: "Charity for Monserrat", año 1997. Entre los músicos invitados: Phil Collins, Sting, Mark Knopfler, Eric Clapton, Elton John, Paul McCartney, etc… y todos ellos en el inigualable envoltorio del Royal Albert hall de Londres -creo que uno de los mejores directos de la historia-.
   Recuerdo cuánto me costó conseguir aquella grabación. Por entonces sólo había un par de tiendas de discos en la ciudad, nada que ver con estas "fenacs" que tenemos, y ni siquiera internet se prestaba tan generoso como ahora. El caso es que después de varios años conseguí el ansiado video del concierto con una calidad aceptable para soltar las riendas del "seis-punto-uno". Ese es otro de los lujos que quienes descubrimos la música en "mono" tanto valoramos ahora.
   Fue en aquellos años cuando descubrí la música que anoche recordé quince años después. Hasta entonces, la banda sonora de mi vida rodaba sobre un "R-11" y sonaba a rumba catalana y folclore andaluz. Clásicos de carretera con doble sentido, en casetes "auto-reverse". Posiblemente, todas las cintas originales que llevaba en el coche costasen más que él mismo. Algunas de ellas eran ediciones muy limitadas, sólo disponibles en las mejores gasolineras del país. Las gasolineras tampoco eran lo que son ahora, que puedes hacer la compra semanal con lo que ganas en un mes. Entonces, antes de las privatizaciones, el lucro espurio no era lo único que movía el negocio del repostaje. Recuerdo que el personal te llenaba el depósito sin que tuvieras que bajarte del auto. Pero yo no era de esos finolis preocupados porque la gamuza de sus zapatos se manchase de grasa. Yo me bajaba, dejaba las llaves al gasolinero, y me pegaba un caño de agua del botijo que solía estar a la entrada de la oficina, justo debajo del mapa radial de carreteras del Estado. Pasaba al interior mientras el gasolinero terminaba de llenar, y curioseaba la caja fuerte que había al fondo, debajo de un montón de archivadores y forrada con fotos descamisadas de chicas: las de "ertoil" del 95 aún rivalizaban muy dignamente con las "Pirelli" del 98. Con una leve sonrisa de complacencia recordé que mis gomas eran Pirelli; pero hasta entonces nunca creí que tuviese tan buenos motivos para justificar mi compra. En esa sonrisa me llamó la atención el empleado: "son 3.620 pesetas. También le he limpiado los limpiaparabrisas, no sé cómo podía ver usted...". La verdad es que llevaba razón y, aunque ya por entonces me parecía caro el precio del gasoil, no me pareció excesivo dejarle 80 pesetillas de propina por el gesto. Fue más, me acerqué al expositor de cintas giratorio y escogí, de una variedad más que interesante, los últimos recopilatorios de "Los Chichos" y "Tijeritas". No me extraño que el expositor tuviese dos candados; tenían lo último de los mejores. -Me llevo estas dos y la del "boni-em"-. Le dije.
La vida en la carretera   El viaje volvía a tener vida y mi vida volvía a ser preciosa oyendo aquellas descarnadas letras de amor. Me preguntaba si podía seguir con vida alguien que hubiese pasado tantas penalidades. Carraspeé para afinar la voz. "¡qué pollas, si son dos días la vida…!". Y eché el "pollo" por la ventana.Cantaba y palmeaba mientras la vida me parecía larga y la carretera corta.
   Anoche, después de muchos años tratando de afinar mis gustos musicales, volví a escuchar a otros genios que lo único que hicieron fue soliviantar las cenizas de los recuerdos. Anoche, por primera vez, la carretera me pareció más larga y la vida corta.

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