Revista Arte
Ante la representación imaginada de una inspiración artística, veremos aquí solo parte de lo que el creador quiso verdaderamente expresar con su obra. Pero, da igual; el Arte tiene eso, que no obligará a acertar en el resultado de lo que originalmente se ideó para comprender el sentido que para cada cual tenga una obra. Eso sí, el título ayudará a orientarnos a veces. Porque si no supiéramos el título de esta obra, Ars Longa, Vita Brevis, podríamos elucubrar perdidos sobre lo que vemos ahora hasta llegar a imaginar cualquier posible historia detrás de la imagen compuesta. Pero, sin embargo, ahora sí, porque ahora traducimos y llegaremos así a saber que fue una sentencia clásica pronunciada por un sabio griego de la antigüedad. Más o menos, dice así: La vida es breve y el arte es largo. Resultado de una frase que, inquiriendo saber más, hallaremos finalmente: La vida es breve, el arte largo, la ocasión fugaz, la experiencia confusa, el juicio difícil. Aquí la palabra arte está en su acepción original más arcaica, cuando todo hacer, elaborar o manejar se entendía con esa palabra latina, no solo con el hecho de la creación artística. Por tanto, intuimos que el pintor se apropiase del sentido artístico de la palabra Ars para componer entonces una imagen parcial e interesada de aquella sentencia.
Ante la falta de inspiración, el pintor no es capaz de componer nada, su gesto inerme y desolado delata una mirada fija en el lienzo descubierto ante él, sin ningún atisbo de ser tocado ni usado por el Arte. El pintor británico John Haynes-Williams (1836-1908) se dedicaría a la pintura de género (costumbres de interior y personajes nada heroicos) pero, a cambio, impregnaría sus obras de un halo de misterio iconográfico muy estimulante. En esta obra incluye elementos que obligan a pensar, a dilucidar cosas, como los propios personajes que, además del pintor, incorpora la obra. Dos mujeres y un niño. Ellas consuelan y aleccionan al pintor ante su delirio creativo; el niño, sin embargo, solo dibuja en el suelo con un envidiable deseo compulsivo. El estudio artístico es sobrio pero elegante, un tapiz enorme decora el fondo de la obra, una alfombra poderosa soporta el escenario abrumador y una puerta medio abierta inquiere ahora una sutil forma de diálogo misterioso con el creador. Porque ya no es la inspiración solo, una parcialidad artística de aquella sentencia clásica, sino la brevedad de la vida ante cualquier posible creación humana. Es una reflexión existencial ahora utilizada por un pintor para expresar lo mismo... ¿La vida se va y no alcanzaremos a crear nada que valga la pena crear? ¿Para qué hemos venido al mundo? La expresión artística pictórica necesita de formas para contar algo. Podría haber compuesto el artista al pintor solo ante su lienzo blanco, pero ¿habría alcanzado la inspiración a ir más allá de una falta de ella para llegar a expresar más cosas que una mera sed artística?
Hay más cosas en la obra de lo que parece. No es sólo una falta de inspiración, es una falta de ganas... Es el convencimiento de que nada mejor podemos hacer ya antes de tiempo. Que éste se va por la puerta abierta y que los años, desde una infancia poderosa, no han sido suficientes para hacer nada valorable o total. No bastará la ayuda decidida de esas mujeres inspiradoras que han pasado o pasan por su vida. La fuerza creadora se inhibe ahora ante la sensación poderosa de que nada verdaderamente bueno pueda hacerse antes de que el tiempo cumpla con su decidida promesa. ¿Cuánto tiempo hace falta para componer una obra lo bastante meritoria como para no agotar sus anegadas fuentes primorosas? La vacuidad de la existencia breve es incompatible con la experiencia sagrada de lo excelso, de lo creativo, de lo eterno y elogioso. ¿Es que el pintor utilizó la figura de un pintor y de su lienzo incólume para reflejar así la grandeza del Arte frente a la fútil e inconsistente vida efímera, insulsa o insatisfecha? Nada que lleguemos a deducir de la imagen de este cuadro podrá alcanzar a descubrir la razón última de su sentido final. Porque lo evidente es aquí falso y lo aparente es apenas una parte engañosa de la visión auténtica o misteriosa del cuadro. El pintor lo dejó así, como el lienzo oculto de la obra costumbrista, ¿está éste ahora en blanco o poseerá partes inacabadas de un desconocido milagro...? No lo vemos, ni lo veremos jamás. Como la vida, es esta obra ahora una oportunidad fallida por la incapacidad de expresar nada útil para poder llegar a dilucidar algo. No, no hay tiempo. El creador seguirá clamando con la inseguridad de una inspiración inútil, sin embargo, ahora acorde con la legítima fuerza de un engaño. ¿Es la falta de inspiración realmente? ¿Es la sensación de no poder llegar a conseguir lo excelso a pesar de haber vivido algunos años? ¿Es la imposibilidad de comprender cómo terminar algo que requiere aun más de una vida para elaborarlo? La puerta seguirá abierta y esperando, por ella se acabará fugando la poca ilusión de creer poder llegar a ser el orto deslumbrador de la creación total, de la justificación total, de la anticipación total, de la pura totalidad...
(Óleo Ars Longa, Vita Brevis, 1877, del pintor británico John Haynes-Williams, Tate Gallery, Londres.)
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