Revista En Femenino

La vida es sueño

Por Expatxcojones

La vida es sueño

Gusiluz, regalo de T a la Peque, Tánger. 2015. expatriadaxcojones.blogspot.com


   —Esta noche he soñado con el Sr. Margarit —me dijo unos días atrás mi madre con esa voz pastosa que tiene recién levantada de la cama.
Al Sr. Margarit le conocíamos desde hace muchos años —veraneaba en Argentona y, cada tarde, la pasaba en el Turó, con nosotros—. Murió hace apenas una semana. La miré, asentí y no supe qué decir. Ella entró en el baño donde yo estaba arreglándome para salir y continuó hablando.
   —No era un sueño malo, me dio la sensación que venía a despedirse…
Mi madre siempre sueña. Tiene visiones de todo tipo. Felices y amargas. Placenteras y angustiosas. Que rememoran el pasado o que hablan de tiempos futuros. Mi madre tiene sueños donde habla con sus muertos y, también, con los que estamos vivos. Se levanta por las mañanas y los recrea como si tal cosa, sin el menor esfuerzo, con todo lujo de detalles. En casa la llamamos bruja. Yo, por el contrario soy incapaz de recordar lo que he soñado. Porque he soñado, de eso no hay duda. Todos lo hacemos.
Nuestro cerebro no puede parar. Nunca lo hace. Funciona las veinticuatro horas del día, los tres cientos sesenta y cinco días del año. Según la explicación más científica —aunque de los sueños todavía sigue ignorándose la mayor parte— los sueños se originan debido a la actividad residual de las neuronas, que siguen interactuando mientras dormimos. Todo lo que escuchamos, vemos, leemos o sentimos durante el día, todo lo que percibimos con nuestros sentidos, todo se almacena y se clasifica en esta gran máquina perfecta a la que vulgarmente llamamos cabeza. Hay información que no es muy relevante y la guardamos en un rinconcito apartado por si en un futuro la fuéramos a necesitar. También hay información de primer orden y esa debemos almacenarla en un lugar destacado, lista para echar mano de ella en cualquier momento. El cerebro reordena y clasifica los acontecimientos, la memoria, los recuerdos y, también, los sentimientos. Y lo hace por la noche. Mientras dormimos, este órgano maravilloso y desconocido vuelve a pasar toda la información recopilada durante el día, como si se tratara de una película. Nos muestra las imágenes para —según sea nuestra reacción— distribuirlas en uno u otro lugar. Así las clasifica.
Si es verdad que todos soñamos ¿por qué no todos somos capaces de recordar los sueños? No se sabe, como muchas otras cosas. Lo que sí se conoce —no sé cómo —es que cada persona tiene una media de cinco sueños por noche. Si multiplico esta cifra por las trescientas sesenta y cinco noches que tiene un año y el resultado lo vuelvo a multiplicar por las treinta y siete castañas que llevo cumplidas, la operación da un resultado de 67.525 sueños. De esos miles de sueños que he tenido a lo largo de mi vida sólo recuerdo —y vagamente— dos.
En el primero tengo la boca llena de chicle —un invento de los mayas. De esta civilización y de su lengua proviene la palabra, formada partir de la unión del vocablo maya CHI (boca) más CLE (mover). Después los comercializaron los americanos, concretamente una familia apellidada Adams—. Como decía. Sueño que tengo chicle en la boca. Intento sacármelo. Lo consigo con una parte pero la goma de mascar se reproduce como por arte de magia. Por más que lo estire y me lo saque, no consigo hacerlo desaparecer del todo. Siempre hay más. Intento hablar pero, evidentemente, no se me entiende una mierda. Es un sueño vago, del que no tengo muchos detalles, sólo el sentimiento de malestar que me produce el querer hablar y no poder hacerlo.
Busco en Google la respuesta —santo Google— y para mi sorpresa aún no he finalizado de teclear la frase que esta expresión aparece en la pantalla: “Soñar que tienes chicle en la boca". Hay centenares de webs que contienen la expresión. Si no esta, otra similar. En una leo que existen más de 350 interpretaciones para este mismo sueño. Dependiendo de algunos factores, la interpretación puede variar pero en esencia —siempre según esta web— el sueño significa lo siguiente: “Miedo a dar a conocer pensamientos. Algo secreto (¿guardado?) dentro de ti y que necesitas sacar. Una preocupación que te angustia, a pesar de no ser asunto de vida o muerte. ¿Con quién te encuentras en ese sueño?”.Ese es el problema que no tengo ni la más remota idea. Intentaré estar alerta la próxima vez que me suceda, si es que hay una próxima vez.
El siguiente es soñar que puedo volar. Sin necesidad de alas, sólo corriendo, cogiendo carrerilla y tomando impulso, soy capaz de elevarme del suelo. La sensación de moverme en el aire es inexplicable. Gozosa. Placentera. Me siento genial.Repito la operación anterior y busco en Google. Esta vez la interpretación es más positiva. Transcribo: “Libertad, fortuna, inspiración, capacidad de superación, afán de control. Sabes cuales son tus objetivos y luchas para conseguirlos. Si vuelas con forma humana encontrarás la felicidad y el éxito de forma natural”. No me da tiempo a alegrarme de tan buen augurio, enseguida leo “también puede significar todo lo contrario”. Pues que bien. Soy de natural escéptica, me cuesta creer,  pero reconozco que este último añadido me jode. No me lo creo pero me jode igual. Sigo leyendo y veo, que tampoco en esto, soy original. Soñar con volar es uno de los sueños más comunes que tenemos los mortales. No puedo evitar pensar ¿cuántos millones de personas, desde la China a la Antártida, soñaremos lo mismo al mismo tiempo? Incapacitada para hallar la respuesta, dejaré los números a los estadistas y continuaré perdiendo el tiempo con mi ordenador. ¿Cuáles son los sueños más frecuentes de la gente? Son estos: soñar con famosos, una persecución, una muerte, una caída, volar —ya lo he dicho pero para que quede claro—, soñar con una casa, con perderse, con estar desnudo, soñar con practicar sexo o sueños donde hay agua. Después, están los sueños raros. En un foro sobre el tema, hay un tipo que pide ayuda para interpretar el suyo. Quiere saber qué significa soñar con condones. Me río y pienso en el Kalvo, al que esto le haría mucha gracia. Y es que a pesar de saber muy poco sobre los sueños todos nos atrevemos a hablar de ellos y hay quién incluso creé tener el poder para descifrarlos.
Todos soñamos de noche pero muy pocos se atreven a hacerlo cuando están despiertos. También hay los que se pasan la vida soñando y, a pesar de eso, no hacen nada más. La vida es sueño que decía Calderón de la Barca. La vida es sueño.

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