Ben Stiller es idolatrado en su país y el resto del universo como el gran actor de comedia que ha demostrado sobradamente ser, y ese respeto que se merece por su enorme aportación a un género complicado con dedicación y exhibiciones de inteligencia hacen que quien suscribe reconozca todas las simpatías del mundo hacia su figura. En esta ocasión Stiller da un paso más y se lanza a la dirección y producción, contando también con el papel protagonista de una obra que deja entrever potencial artístico por su parte, pero que se pierde demasiado buscándose a sí mismo, perjudicando al producto final mientras recorre ese camino.
La cinta es una adaptación de un relato corto y se centra (a ratos más bien se descentra) en la figura de un tipo gris, monótono y solitario que trabaja en el departamento fotográfico de una revista que acaba de ser comprada y va a ser desmantelada con los correspondientes despidos de rigor. Hasta ahí muy normal, pero el personaje que interpreta Stiller con menos seguridad que en otras ocasiones guarda una secreta vida imaginaria que le hace ser el héroe de sus propias historias, un triunfador en el terreno sentimental y el valiente que todos admiran. Todo ello con alarmantes desconexiones con la realidad que provocarán más de una situación divertida a ojos de un espectador que bien puede sentirse identificado, ya que sin los excesos de Mitty, quién no ha soñado despierto para evadirse del día a día…
La cinta se queda a medias en muchos aspectos que pretende abarcar a la vez, por lo que Stiller transmite esa misma sensación de desconexión que tiene su personaje cuando entra en el terreno del romance o la introspección, y quien espere una cita desternillante tampoco encontrará demasiados momentos puramente cómicos. Sin embargo, tras aclarar que el proyecto podría calificarse como una intentona de plasmar lo que se atisba que tiene dentro, el ahora también realizador puede haber pecado de ambición e inexperiencia, pero ha logrado contarnos una historia original que contagia espíritu de superación y tiene algo inexplicable que hay que calificar como agradable.
Entrando en territorios técnicos, hay que descubrirse ante los efectos digitales, así como los momentos de acción o, sobre todo y subrayado, una fotografía magnífica a la que contribuyen de manera capital las localizaciones en Groenlandia e Islandia. No, no se me ha ido la olla como a Walter Mitty y no estoy hablando de otra película. Ya verán lo que llega a hacer un tipo corriente cuando su imaginación no llega a solucionar una realidad que le ha puesto al límite.
Progresa adecuadamente, pero aún tiene mucho que pulir en esa búsqueda del director que hay dentro de usted, Mr. Stiller…
Dirección: Ben Stiller. Título original: The secret life of Walter Mitty. Duración: 114 min. Género: Comedia dramática, aventuras. Intérpretes: Ben Stiller (Walter Mitty), Kristen Wiig (Cheryl), Shirley MacLaine (Edna), Adam Scott (Ted Hendricks), Sean Penn (Sean O’Connell), Patton Oswalt (Todd Mahar), Kathryn Hahn (Odessa). Guión: Steve Conrad; basado en el relato corto de James Thurber. Producción: Stuart Cornfeld, Samuel Goldwyn Jr., John Goldwyn y Ben Stiller. Música: Theodore Shapiro. Fotografía: Stuart Dryburgh. Montaje: Greg Hayden. Diseño de producción: Jeff Mann. Vestuario: Sara Edwards.