La Carta de Hermandad. La vinculación de la Hermandad de la Divina Pastora de Cantillana con la Orden Capuchina
Desde sus orígenes, la hermandad pastoreña de Cantillana ha estado estrechamente vinculada a la Orden de Hermanos Menores Capuchinos, sobre todo de la Provincia Bética o de Andalucía. No en balde, la propia advocación mariana de la Divina Pastora surge en el seno de esta orden y su mentor y máximo propagador fue el insigne fraile capuchino fray Isidoro deSevilla, también fundador de la congregación cantillanera. Gregorio Vicente Medina y Vicentelo de Leca-su nombre en el siglo- era pariente de los condes de Cantillana, título que a principios del siglo XVIII ostentaba don Manuel Vicentelo de Leca y Silva 4º de este título, 6º Señor de Brenes y biznieto del primer conde. Era primo lejano doble (por parte de padre y madre) de fray Isidoro de Sevilla por este motivo, no extraña que el fundador de la nueva devoción capuchina, estableciera su culto en la villa de sus parientes, promoviendo, a su vez, la ejecución del estandarte o Simpecado primitivo, pieza datada en el primer tercio del siglo XVIII, para la celebración de los rosarios públicos y la hechura de la imagen de la Divina Pastora, fechada también en esos años y primera de talla que se realizó completa de esta advocación; ambas “reliquias” se conservan y veneran desde hace casi trescientos años en Parroquia de Cantillana.
Desde fray Isidoro hasta nuestros días, muchos han sido los religiosos de esta orden franciscana relacionados con la Hermandad de la Divina Pastora, en la que ha ido calando el espíritu franciscano-capuchino con el paso de los siglos, recogido incluso en la propia denominación oficial de la institución y definitivamente rubricado con la concesión por parte del padre general de la orden, en Roma, de una carta de hermandad, en 2003, tercer centenario de la advocación pastoreña, por la que quedan unidas para siempre, ambas instituciones.
Junto a fray Isidoro, hay dos frailes capuchinos contemporáneos de él, oriundos además de Cantillana, que bien podrían compartir con el mentor pastoreño ese vínculo fundacional y/u originario entre la Pastora Cantillanera y la orden. Se trata de Fray Fernando de Cantillana, que profesó en el convento sevillano durante la primera mitad del siglo XVIII, y del relevante y también paisano nuestro, Fray Diego de Cantillana, compañero de convento y de misiones del propio Fray Isidoro de Sevilla y del que fuera mano derecha suya y segundo apóstol pastoreño, Fray Luis de Oviedo, como ha publicado recientemente en su colosal obra sobre la Divina Pastora (pág. 599) el sacerdote y doctor don Álvaro Román Villalón. A la muerte de fray Isidoro de Sevilla, el beato Diego José de Cádiz continuó, como abanderado, su labor de propagar la devoción a la Divina Pastora por toda la geografía andaluza y española, convirtiéndose en uno de los principales apóstoles y predicadores marianos de la época. Algunos historiadores afirman que, durante unas misiones populares celebradas a finales del siglo XVIII por distintas localidades de la ribera del Guadalquivir, el religioso gaditano visitó Cantillana, donde conoció de primera mano y alentó aún más el fervor de los vecinos hacia la Pastora de las Almas.
El capuchino fray Isidoro de Sevilla, padre de la
devoción pastoreña.
Ya en 1900, el insigne capuchino fray Ambrosio de Valencina, fundador de la revista El Adalid Seráfico y provincial de la Orden en Andalucía, escribe un artículo en la mencionada publicación en el que deja constancia de la importancia que entonces tenían la hermandad y la devoción a la Divina Pastora en Cantillana. Desde el inicio de esta revista católica en 1900, muchos han sido los frailes que desde sus páginas han descrito el esplendor y el fervor de los cultos y las fiestas pastoreñas de nuestro pueblo.
Entre ellos merece mención especial fray Juan Bautista de Ardales, quien se destacó por su amor a la Virgen bajo el título de Pastora. A él se deben, una de las obras publicadas más importantes sobre la advocación y la creación del hoy parcialmente desaparecido Museo de la Divina Pastora, en el convento de Capuchinos de Sevilla. Siendo provincial de la Orden, en 1927 visitó Cantillana para oficiar la Función Principal de Instituto el 8 de septiembre y asistir a las fiestas de las que luego diría que el típico rosario de la víspera es algo inenarrable; en la función de la fiesta de la Pastora ha de predicar uno de los mejores oradores de España y la procesión de la noche con la imagen entre arcos de flores y luces y el clamoreo del fervor del pueblo, es algo tan emotivo y fantástico que se recuerda como un sueño o visión. Prueba de la veneración y afecto de Juan Bautista de Ardales hacia la hermandad de Cantillana es también la entrega que le hizo de una reliquia del beato Diego José de Cádiz el 25 de julio de 1955, coincidiendo con la bendición del nuevo retablo de la Divina Pastora. De este hecho se conserva en el archivo de la hermandad el certificado o auténtica fechado en Roma el 20 de mayo de 1952 y rubricado por el postulador general de la Orden Capuchina.
El Beato Diego José de Cádiz, continuó el
apostolado iniciado por fray Isidoro,
la hermandad conserva una reliquia suya.
El Padre Claudio de Trigueros, promotor de la
romería pastoreña junto a fray Melchor de Santa
Ana y fray Romualdo de Galdacano ante
la Divina Pastora de Cantillana.
El 8 de Septiembre de 2003, el P. Juan Jesús Linares, provincial
de los Capuchinos de Andalucía le impuso a la Divina
Pastora el cayado de oro y piedras preciosas que
le regaló su pueblo con motivo del III centenario.
Luis Manuel López HernándezVersión revisada y ampliada de un artículo del mismo autor, publicado en la revista Cantillana y su Pastora. Nº 6, Septiembre de 2004.