Revista Psicología

La violencia política (terrorismo): Un camino sin sentido

Por Gonzalo


La violencia política tenía que ser el punto de partida de la gran revolución y fue un absurdo camino sin salida. Como decía Kepa Aulestia“la violencia ha sido la manifestación extrema de la política ideológica, su expresión más intolerante y sectaria”. Su presencia se disipa en Europa Occidental cuando se disipa también la presencia de la política ideológica superada por otras políticas que buscan la legitimación en la eficiencia a corto plazo y generan otras formas de violencia.

En España, los GRAPO fueron una secta, totalmente desconectada del mundo, que se asfixió en sus propias heces, en un combate sin sentido y desigual con la policía. En ETA, el izquierdismo fue fertilizado por el nacionalismo, que le dio implantación y resonancia. La violencia ha sublimado el conflicto de tal forma que ha acabado formando parte del paisaje identitario que describe el nacionalismo en su conjunto. Por esta razón ETA ha tardado más en agotarse que  el terrorismo izquierdista europeo. Una cuestión de humus: el humus en el que arraiga y el humus en el que arraiga el izquierdismo, que en este caso se alimentaban mutuamente.

El final del terrorismo es también el final de cierta idea de la pasión política, de ciertas formas de implicación nacidas en una época en que la complejidad del mundo estaba encerrada en una lógica binaria. Hoy suena a arcaico el razonamiento que la Ferranda hacía a Cohn Bendit para explicar su distanciamiento crítico de las Brigadas Rojas: “Tener dudas políticas conduce ineluctablemente a tenerlas sobre el trayecto que se recorre, y, por lo tanto, también sobre los medios que se eligen… No es solamente político. Nuestras experiencias eran impulsos idealistas, emoción… Estábamos implicados de una manera demencial”. Esta demencia de los años de la política hiperideológica era condición para soportar moral y psicológicamente el empeño terrorista. Ahora cuando la creencia ha abandonado la política, el terrorismo busca acomodo en otras formas de implicación demencial que le ofrecen la religión (el fundamentalismo) y el nacionalismo.

fuente: DESPUÉS DE LA PASIÓN POLÍTICA   (Josep Ramoneda)


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