“Una visión no es importante por
lo que es, sino por lo que logra”
Más o menos con estas palabras , que no son mías, comencé una jornada de coaching grupal para emprendedores orientada al desarrollo de la visión personal.
La mayoría de los emprendedores, cuando ponen en marcha un proyecto empresarial y lo desarrollan, cuentan con un conjunto de elementos que conjugados entre sí generarán un valor de mercado y crearán la dinámica productiva de la empresa. Esos elementos suelen ser: un conocimiento que ponen en valor, unos recursos externos, una ambición y una visión.
La cuestión que yo planteaba en esa jornada era: ¿en qué medida habían perfilado y alcanzado una visión de su empresa y organización? las respuestas no abundaron.
Al hablar de visión, me estoy refiriendo a la imagen inspiradora, que sirva de orientación de las acciones para todo aquel que participe en el proyecto empresarial, y que haga posible la unión y la motivación del conjunto de personas. Dice Robert Dills que le que realmente motiva es la visión.
La visión consiste en aquello que da respuesta a la pregunta ¿qué queremos hacer, crear, ser?
Para conformar una imagen que comprenda estas respuesta es preciso que entren en juego las visiones individuales del empresario /os. También se puede dar cabida a todos aquellos que dan vida al proyecto empresarial, como por ejemplo personas clave de la organización. Así pues, a través de un proceso conversacional se van generando inclusiones y exclusiones de propuestas, planteamientos, objetivos que al final definan y den solución a esa pregunta esencial.
La principal utilidad que cumple la visión compartida es la de que un equipo aprenda en conjunto, y funcione “Todos a una” . Es tan importante el aprendizaje como el resultado que se alcanza, porque a través del desarrollo de la visión compartida la organización se va gestando como una organización capaz de aprender, pues no basta con que sus miembros individualmente alcancen aprendizajes, sino que es importante que la organización, como tal, como sistema vivo, también alcance un aprendizaje y desarrolle una serie de competencias que son propias de esa organización, precisamente porque se “ha puesto a la tarea” Por ejemplo las empresas que aprenden a escuchar, a discutir para llegar a acuerdo, a dialogar creativamente y encontrar soluciones innovadoras.
A su vez cuando se pone en práctica esa escucha, diálogo creativo, etc. al final se alcanza esa visión, o imagen compartida y asumida por todos, que hará posible la unión entre las personas y una fuerza de motivación sin igual.
Quiero plantear la pregunta sobre el coste y el beneficio de no tener y tener, respectivamente , una visión compartida.
¿Qué coste tiene para una organización o un equipo, el que sus miembros tengan visiones diferentes, y pongan en acción posturas distintas o divergentes, de forma manifiesta o tácitamente?¿qué sucede en esos casos? ¿diferencias de criterio, demoras, desánimo, menor productividad, diminución de la competitividad?
Pongámonos en positivo, ¿qué pasa en una organización si los directivos a través del diálogo, la reflexión y la discusión hacen un proceso de creación de una visión compartida? ¿actuarán siguiendo un rumbo elegido y aceptado , habrá un diálogo creativo, aportaciones constantes , innovación , entusiasmo, se gestionarán los conflictos con la experiencias de que ya se conoce la manera de encontrar soluciones productivas?
Esta es mi invitación a la reflexión.