Europa, incluida España, tiene ancladas sus raíces en los fundamentos cristianos; esta idea va a ser el principal argumento y núcleo de la homilía de Benedicto XVI. Y es que desde que era el cardenal Ratzinger es un enamorado de España y por esto le preocupa que haya perdido su etiqueta de “país cristiano”; al respecto, es muy significativo que en el centro de su escudo papal se destaque la concha de vieira, símbolo del peregrinaje y del camino de Santiago, que durante siglos han hecho los católicos con tesón y enorme fe, asentando así los cimientos de la unidad espiritual del Continente Europeo. La defensa de estas raíces y la lucha contra el relativismo moral son dos cometidos básicos de su Pontificado. Se ha impuesto la misión esencial de recuperar para la fe aquellos países de gran tradición cristiana que están cayendo en el pensamiento laicista, propulsor del aborto a los dieciséis años, la bestia negra, que encarna la descristianización de Europa y el laicismo que invade Occidente. En Barcelona, va a consagrar la Basílica de la Sagrada Familia, en donde defenderá los valores primordiales de la familia humana, conculcados, con insistencia, por ese pensamiento y espíritu destructor, impuesto por este gobierno insocialista.
España, en general, no rechaza ni es contraria a la visita del Papa, sino que se siente orgullosa de recibirlo en casa. Es ridículo que unos grupúsculos ignorantes protesten y critiquen la visita, así como los nacionalistas-separatistas que presentan Cataluña como un país ajeno; a estos ilusos incultos se une Zapatero en su desconocimiento de la historia, al ignorar que la religión mayoritaria de los españoles merece un profundo respeto; eso es lo que hacía Enrique IV, rey de Francia, cuando expresó su célebre frase de “París bien vale una misa”. Por eso, según su habitual descortesía, se marcha en improvisado viaje, desairando de nuevo al Papa.
Todos esos que discuten la venida del Papa y su coste económico son los mismos que nunca han rechistado ente el inmenso monto de millones de euros derrochados por ZP en subvenciones indebidas a los sindicatos, intelectualillos, asociaciones y fundaciones, países y personajes extraños y demás zarandajas. Del mismo modo que desconocen, que, si la Iglesia dejara de asistir y socorrer a los miles de necesitados en Caritas, albergues, comedores, hospitales, escuelas, misioneros en diversos países, etc., etc., ya se enterarían ellos y los políticos lo que cuesta esa enorme obra de caridad y que, si se cerrara ese quehacer caritativo, sabrían la cantidad de millones que la Iglesia ahorra al Estado Español. A parte de que no hablan de los beneficios económicos y morales que la visita papal genera a su paso.
En fin, no se olvide que toda institución humana tiene sus defectos, como los tiene esa porción pequeña de la Iglesia que se aparta y no cumple; pero fíjense en esa otra fracción, que es mayoritaria, que ama a Dios y a los hombres y cumple con rigor las enseñanzas del Evangelio de Jesucristo: Al citar a pederastas y pecadores, háblese también de la multitud de santos que han sido y son, como los Pedros y Pablos, los Juanes de la Cruz y las Teresas de Jesús, los Franciscos de Asís, los Martín L. King, los obispos Romero, las Teresas de Calcuta, el Padre Ferrer y tantos otros más. Sólo hay que ser objetivos y huir del sectarismo miope e incisivo.
C. Mudarra