Como os contamos en la charla del pasado 24 de marzo en el café “El Dinosaurio”, los primeros cómics españoles con dinosaurios que hemos documentado datan de los años 20 del pasado siglo. De modo que, además del XII aniversario del blog, posiblemente estaríamos celebrando centenario del género. En el turno de preguntas y observaciones, nos plantearon (gracias, Adán) que la prensa venía dando cuenta periódica de estos animales desde hacía tiempo, en particular tras la donación del diplodocus de Carnegie al Museo de Ciencias Naturales de Madrid. Por tanto, estas muestras de cómic parecían tardías. Aunque hemos trillado el terreno, siempre puede aparecer la joya escondida y la seguiremos buscando. En todo caso, creemos que el asunto merece una mayor aclaración.
Una de nuestras primeras viñetas dinosaurianas en "La doma a través de los tiempos" de Joaquín Xaudaró
El cómic norteamericano está indisolublemente unido al auge de la prensa, que pretendía captar al público potencial de un país formado en su gran mayoría por inmigrantes, muchos con problemas con el idioma [1]. Pero en España las circunstancias eran radicalmente distintas. Aquí, las tiras de prensa jamás tuvieron demasiada repercusión. Nuestros cómics se gestaron, impulsaron y desarrollaron principalmente en el seno de las revistas y suplementos infantiles. En tanto la paleontología fue desterrada de los currículos escolares tras la Guerra Civil, cuando los tebeos de aventuras comienzan su expansión, los artistas que quisieron documentarse un poco –más allá de los dinosauroides espaciales que veían en los cómics de Flash Gordon- tuvieron que tirar en buena medida de sus hemerotecas prebélicas [2], a las que queremos dedicar esta nueva serie.
Iguanodon del estudio de Hawkins en Sydenham
Como sabemos, para hablar de dinosaurios en nuestros diarios tendremos que esperar como mínimo a 1841, cuando Richard Owen propuso reunir a Megalosaurus, Iguanodon e Hylaeosaurus bajo el nombre común de “lagartos terribles”, pero lo cierto es que, para entonces, ya habíamos conocido a algunos (y a animales coetáneos) a través de la prensa.
El Español, presentando a Iguanodon
El 7 de junio de 1836, El Español (1835-1848, Madrid) tradujo el artículo del londinense The Quarterly Review (1809, John Murray) “Nuevas consideraciones acerca de la constitución geológica de la Europa”, donde se daba cuenta de las teorías de Charles Lyell sobre los cambios geológicos y climáticos que dotaron al Viejo Continente de un clima tropical en el Mesozoico que posibilitó la presencia de pterodáctilos, ictiosaurios o iguanodontes. Como veremos, Iguanodon se convertirá en el dinosaurio favorito de nuestros bisabuelos en el siglo XIX.
En 1838, el semanario madrileño El Panorama dedicó un artículo a “El Pterodactylo”, acompañado de esta ilustración a doble página.En enero de 1839 presentó otro, más breve, sobre “El Plesiosauro”, reeditado el 18 de febrero en la catalana El Guardia Nacional. El 22 de abril, El Correo Nacional (1838-1842, Madrid) publica un artículo sobre la “Materia animal en los fósiles” recoge las conclusiones del químico Alfred Smée en Philsophical Magazine, donde indica que los huesos de ictiosaurio y plesiosaurio de Lime-Regis “no han dejado después de la acción de los ácidos más que un residuo negro de carbono”. Al día siguiente, en el diario aparece la breve noticia del hallazgo de un ictiosaurio en una cantera de Twerton. Y el 9 de marzo de 1840 publica una reseña de una conferencia de Owen sobre las partes blandas de este animal.
Grabado de El Instructor, que nos recuerda a The Country of the Iguanodon (1837, John Martin)
También la primera revista ilustrada en castellano, El Instructor o Repertorio de historia, bellas letras y artes (1834-1841, Ackerman & Co.), se ocupó de los dinosaurios antes de la construcción del suborden por Owen. Aunque editada en Londres, no era una traducción, siendo su editor y redactor el exilado liberal José María Jiménez de Alcalá [3]. En enero de 1839, El Instructor publicó el artículo “Fósiles orgánicos antediluvianos”, que remonta los orígenes de la paleontología más allá del siglo V a.C. [4], cuestiona la literalidad de La Biblia y presenta a Iguanodon.
Ictiosaurio con escamas de pescado en Museo de las familias
Museo de las familias (1843-1870, Madrid) dedicó sendos artículos a la historia física de la Tierra (septiembre de 1848), los ictiosaurios (marzo de 1849), los pterosaurios (junio de 1850) o los plesiosaurios (octubre de 1851).
Palacio de Cristal de Sydenham-La Isla Geológica (La Ilustración)
El 4 de septiembre de 1854, La Ilustración (1849-1857, Madrid) se hace eco de los dinosaurios que Benjamin Waterhouse Hawkins ha erigido en la llamada “Isla geológica” de Crystal Palace, que habitan el iguanodo (sic), el megalosaurio, el laberintodon o el plesiosaurio, al que “casi todos los paleontólogos” clasifican en cuatro órdenes: “los saurianos de construcción parecida a la de los cocodrilos; los ofidianos, que tienen forma de serpiente; los quelonianos, entre los cuales predominaba el tipo de las tortugas; y los batracianos, reptiles cuyas configuración es del género rana, y salamandras”. El 2 de junio de 1856, La Ilustración tradujo de la prensa francesa una noticia aún más sorprendente: ¡Unos mineros habían encontrado un pterodáctilo vivo bajo tierra!... Eso sí, la criatura se murió inmediatamente (del susto, se entiende) y del cadáver nunca más se supo.
Ignoramos a cuál de los cuatro órdenes de plesiosaurios corresponde el que dibujó Edouard Riou para La Tierra antes del diluvio (1863)
El 21 de septiembre de 1858, Diario de Córdoba publicó el discurso de Fernando Amor y Mayor para la inauguración del curso de segunda enseñanza, en el que se remontó al origen del mundo según el Génesis, pero actualizándolo: “Con los peces vivieron diversos reptiles que nadaban, entre ellos el Ichthyosauro y Plesiosauro, extravagantes conjuntos de lagartos, pescados y serpiente”. En 1864, La Abeja (1862-1870, Barcelona) dedica un artículo a los (animales) “Antediluvianos”, aclarando que “Esta serie de creaciones de peces, reptiles y mamíferos se halla de acuerdo con lo que refiere el Génesis: ‘Dijo también Dios: Produzcan las aguas reptiles de ánima viviente...”, y en 1865 otro al “Cuarto periodo paleontológico”, cuando vivieron el mosasaurio, el iguanodón y “Aún existían además algunas especies de nuevos reptiles, tales como los saurocéfalos, saurodones, etc., y otros de periodos precedentes, como el teleosauro, megalosauro, etc”.
La Abeja
Heredera del Semanario Pintoresco Español (1836-1857) de Mesonero Romanos, El Museo Universal (1857-1869) contó con colaboradores asiduos de la talla de Gustavo Adolfo Becquer. El 9 de mayo de 1869, su sección “Museo científico” dio cuenta de las conferencias del profesor Vilanova en el Ateneo sobre el Mesozoico, su flora y fauna, así como la distribución de sus diferentes estratos a lo ancho de la península.
Con todo, habrá que esperar a que la Constitución de 1869 consagre la libertad de imprenta para que se desarrolle un verdadero periodismo en nuestro país: el nuevo ordenamiento jurídico –al tiempo que el despegue de la alfabetización [5]- favoreció un auténtico big bang periodístico. La prensa dejará de ser un producto que la élite burguesa compra por suscripción, para ser voceada en las calles de las capitales de provincia [6]. En apenas siete años aparecen en España cerca de seiscientas cabeceras. Y como comentamos en "El Dinosaurio", será precisamente en ese intervalo, en 1873, cuando la historieta despega en las páginas de Mundo Cómico, al tiempo que los dinosaurios dan sus primeras señales de vida en España, con los hallazgos que Juan Vilanova y Justo Egozcue presentan en la Sociedad Española de Paleontología.
"Terodáctilo de hocico corto" (Museo de las familias)
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[1] Desde un comienzo, el género fue utilizado como arma ofensiva en la guerra entre los grandes magnates del medio. W.R. Hearst arrebató a Joseph Pullitzer su dibujante estrella, Richard F. Outcault, cuyo The Yellow Kid (Hogan’s Alley, 1895), considerado el “primer cómic moderno”, exhibía la camiseta amarilla que le acabaría dando nombre como un símbolo de poder editorial (el color amarillo era el más costoso y difícil de conseguir en la prensa). El concepto “prensa amarilla”, de hecho, parte de dicha circunstancia y ha trascendido para designar a los periodistas sensacionalistas como los citados rivales.[2] En nuestras pesquisas por la hemeroteca de posguerra y hasta finales de los 50, la mayoría de las escasas referencias a dinosaurios se encuentra en prensa regional o en la revista de humor La Codorniz.[3] Inexplicablemente, no tiene una entrada propia en Wikipedia en castellano, ¡pero sí en alemán![4] Para ahondar en el tema: Sarris, I. y Narváez, I. (2009) “Hallazgos paleontológicos y su interpretación en la Grecia clásica”, en Paleolusitana 1, pp.431-439.[5] Las primeras cifras oficiales de alfabetización indican que sólo el 9,6% de los españoles sabían leer y escribir en 1841; en 1860 la tasa de alfabetización era del 19,9%, en 1877 del 24,5%, en 1887 del 28,5% y en 1900 del 33,4% . Viñao, A. (1998) “Liberalismo, alfabetizacion y primeras letras (siglo XIX)”, en Bulletin Hispanique, T.100 nº2, pp.531–560. Piqueras Arenas, J.A. (1989) «Educación popular y proceso revolucionario español», en Clases populares, cultura, educación. Siglos XIX y XX, UNED.[6] En 1867, Madrid producía el 31% de la prensa que se leía en España y Barcelona el 9 %; aún en 1887, las cifras eran del 25 % y el 11 %, respectivamente. Cazotes, G. y Rubio, E. (2012) “El auge de la prensa periódica”, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.