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Usted escoge qué historia escribir, que acciones importan, que escenas mostrar, sobre qué eventos contarle al lector. Todo sale de su cabeza, desde su imaginación, todos los personajes, todos los escenarios, los detalles secundarios, los giros de la trama. Pero cuando llega el momento de leer las palabras escritas, ¿cuál es la verdadera voz que escucha el lector?La voz de la que hablo es la forma en que usted se comunica, la manera de utilizar el lenguaje, que palabras escoge para hacerse entender, qué tono, qué ritmo, qué potencia le da a su comunicación, ya sea hablada o escrita.
Nunca es exactamente su propia voz como persona. El simple hecho de que esté escribiendo la historia en vez de contarla en voz alta hace que el estilo del relato se haga más formal. Escribimos mucho más lento de lo que podemos hablar (en casi todas las personas se aplica) y poder ver y revisar las palabras que ponemos en el papel cambia el modo en que producimos y controlamos nuestro lenguaje. Es otra voz.
Además, el hecho de que no podamos ver “en vivo” la respuesta de la audiencia requiere que seamos más precisos y calculadores en nuestro lenguaje escrito. En un discurso, cuando vemos a nuestra audiencia y juzgamos cuándo nos están entendiendo y cuándo no, tanta precisión no es necesaria. Aun cuando “escribamos” dictando en una grabadora, no utilizamos nuestra forma habitual de hablar y nos decantamos por un “dialecto de dictado” más regulado y específico. Usted hace estas distinciones muchas veces, instantáneamente reconoce la diferencia entre el habla espontánea, la memorización y el discurso leído.
Y no es sólo la diferencia entre hablar y escribir. Usted tiene muchas voces. Una voz que utiliza cuando habla con sus padres, otra con sus hermanos. Seguramente una diferente que utiliza mientras trabaja. Mucha gente tiene hasta una voz diferente cuando habla por teléfono (es muy notable en secretarias, recepcionistas y telemarketers). Y si tiene hijos, usted indudablemente tendrá tres voces que utiliza con ellos, la voz severa de reprobación, la voz cariñosa, y el lenguaje infantil que utilizó cuando eran pequeños, que todavía se filtra cuando están heridos de alguna forma y los está reconfortando. Usted tiene una voz para la gente de servicio y los empleados, y otra voz para hablar en público.
Por supuesto su laringe produce el sonido para todas estas voces orales.
Pero el sonido es sólo una pequeña parte de la “voz” (al menos el tipo de voz del que escribo). Cada una de sus voces tiene su propio vocabulario. Estos vocabularios se solapan en ciertos términos, pero no en tantos como usted supone. Cada una tiene su propia estructura de oraciones, su propia trama gramatical, su propio nivel de dicción. Una podría ser el habla cotidiana, con algunas palabras en argot o jerga local, otra seguramente sea más formal, otra más relajada; en alguna voz utilizará malas palabras, maldiciones o insultos, mientras que en otra jamás usaría esas palabras.
¿Esto le suena un poco a múltiple personalidad? Bueno no llegamos a tal extremo, la gente normal tiene estas voces y las utiliza la mayoría del tiempo sin darse cuenta del cambio entre una y otra, por hábito. Cuando escuchamos a otra persona cambiando su voz según el receptor (como por ejemplo una madre cuando habla con el vendedor de helados y con su niña pequeña), sólo percibimos estas diferencias en la entonación como normales y no las vemos como “otra voz”, otro código de comunicación. Usted no piensa de forma consciente que va a pasar de la utilización de una voz a otra diferente, solamente cambia, adoptando el modelo de lenguaje habitual para esa relación.
Cuando se trata de contar una historia de forma escrita, muchas más posibilidades se nos abren. Usted puede utilizar voces en su escritura que nunca utilizaría mientras habla. No hablo de dialectos regionales o modismos, también de actitud (cínica, cándida, pesimista, nostálgica, fría, etc…) y de nivel (crudo, bajo, informal, formal, culto, científico…)
De hecho, hay tantas posibilidades que cuando está frente al teclado a punto de contar una historia usted debe meterse “en papel”, improvisando la actuación de quien cuenta la historia en ese momento, utilizando las palabras y la sintaxis que el “personaje” que habla utilizaría.
Esto cobra mucho sentido cuando usted utiliza un narrador en primera persona. La voz narrativa se debe tomar como un discurso de quien lo cuenta, si esto no sucede así sería un grave error de técnica. Pero no es menos importante cuando utiliza otro tipo de narrador, aun cuando el narrador no es siquiera un personaje. Generalmente se utiliza la una voz similar a la del personaje principal, aunque este no sea quien cuenta la historia. Las únicas excepciones son aquellos autores que tienen un estilo habitual de narración muy pronunciado y personal, entonces utilizan esta misma voz para todos sus escritos. En distintos grados, todos los escritores tienen patrones estilísticos que se repiten es cada una de sus historias.
Los personajes que usted utilice en sus novelas tendrán una especie de superposición entre el estilo propio del personaje y el del autor. No podemos escapar completamente de nuestra propia manera de escribir (contar, hablar), por más empeño que pongamos en ello. Pero usualmente la voz narrativa no es exactamente idéntica a la voz del discurso habitual del autor. Siempre adoptamos una voz diferente cuando contamos una historia.
Esa voz subyacente que se repite en cada historia que usted escribe es su estilo natural de escritura. Y yo no pretendo hablar de estilo. Por eso me centraré en esos aspectos de la voz narrativa que cambian de personaje en personaje, de novela en novela.
Cuando usted se decide a escribir una novela tiene una enorme cantidad de decisiones que tomar (narrador, punto de vista, tiempo verbal, nivel de implicación, retórica…) Ahora vamos a ver, de forma sintética, los pros y contras de estas posibilidades (como están en el punto 7 de Cómo escribir una novela):
Narrador y punto de vista
Volvamos a la pregunta inicial: ¿Qué voz escuchará el lector cuando lea su novela?
Si el narrador cuenta la historia desde fuera de los personajes, estará adoptando un punto de vista externo. En este tipo de punto de vista, el narrador puede ser:
Narrador omnisciente
Es dios. Tiene acceso al mundo externo e interno de los personajes, conoce su pasado y su futuro. Es ubicuo, por lo que puede contar hechos simultáneos que suceden en lugares distantes. Tiene un conocimiento completo de la historia y puede manejar un gran número de personajes. Puede también opinar sobre los hechos que narra, aunque no siempre lo haga.
Narrador cámara
Esta técnica de narración crea la ilusión de que no existen intermediarios entre la historia que se narra y el lector. Es lo más parecido a una película donde sólo podemos ver las acciones del mundo externo de los personajes, nunca sabremos qué piensan, no conoceremos sus emociones, ni su pasado o su futuro. Es como asistir a la historia “en directo”.
Narrador cuasi omnisciente
Es un narrador omnisciente, pero limitado a uno de sus personajes. Usted utilizará la tercera persona pero contará la historia desde la perspectiva de su personaje protagonista. Sólo accede a las escenas que ve el personaje y sabe lo que piensa y siente ese personaje, no los otros.
Si el narrador cuenta la historia desde dentro de los personajes (ya sea uno o varios), estará adoptando un punto de vista interno. Aquí utilizará la primera persona, verá la historia a través de los ojos de ese personaje y podremos oír sus pensamientos.
Hay montones de combinaciones que pueden dar juego a interesantes formas de contar la misma historia. Su imaginación es el límite.
Tiempo verbal
Casi todas las historias que leemos o escuchamos utilizan el tiempo pasado. Los periódicos, los noticieros de la televisión, los libros de historia, de ciencia, los rumores y la ficción. La enorme mayoría de estas formas de contar historias usan el pasado simple y es lo que la mayoría de la gente espera cuando va a leer una novela.
Hay ocasiones en que el presente es la manera más natural de escribir, por ejemplo gran parte de este artículo está escrito en presente. No estoy escribiendo ficción aquí, por supuesto, estoy tratando de decirle algo acerca de cómo funciona la escritura de ficción. No le cuento algo que haya pasado una vez, le hablo de lo que pasa repetidamente, por eso el presente continuo se hace imprescindible.
Los libros de ¿Cómo se hace?, los de filosofía y de teorías científicas (no los reportes científicos o los libros de divulgación) se escriben en presente. Toda la literatura dramática (las obras de teatro) utiliza el presente. Hay algún tipo de ficción que utiliza el tiempo presente y otros tiempos verbales: los cuentos. En estas historias cortas los autores se permiten experimentar con diferentes enfoques, pero es un problema escribir una novela en un tiempo que difiera demasiado a lo acostumbrado, porque sería cargar con una importante cantidad de trabajo extra al lector para interpretar este “efecto especial lingüístico”.
Hay una razón de peso para elegir entonces el tiempo pasado y la primera o la tercera persona para nuestra novela: Como son las formas más convencionales, el lector no las nota, son invisibles. En la comunicación entre el autor y el lector, si éste último percibe continuamente el tiempo y la persona narrativa se genera una barrera que dificulta el seguimiento de la historia en sí.
Hay una gran cantidad de jóvenes escritores, particularmente los que están estudiando literatura, que creen que la buena escritura debe alejarse de lo convencional, ser extraña y desafiante. Esto es un error natural. En clases superiores de literatura se estudian muchos escritos que desafían la metodología convencional de forma revolucionaria o experimental y entonces los estudiantes identifican esa literatura con la buena, sólo porque se la estudia. Esto dista mucho de ser verdad. La mayoría de los mejores escritores siguieron casi todas las convenciones de su tiempo. La mayoría escribió en lenguaje común, simple y claro. Su meta era ser entendidos.
En algún sentido toda historia que escribimos es experimental (nunca habíamos contado esta historia antes y nuestros lectores no la habían conocido antes) Hay muchos retos que impondremos a los lectores en el proceso de escoger la voz que contará nuestra historia. Aunque usted escriba lo más claro posible, muchos lectores no van a entenderle o simplemente rechazarán su visión del mundo; entonces, ¿por qué quiere hacer su historia más complicada aún?
Por supuesto, si su meta es escribir para que lo admiren, para impresionar al mundo con su inteligencia o su pericia, entonces la historia en sí pasará a ser un elemento secundario y su escritura estará diseñada para deslumbrar a sus lectores más que iluminarlos. Pero si su intención es escribir una historia que llegue a sus lectores de forma clara para que puedan entenderla en su totalidad su escritura no será un fin en sí mismo sino una herramienta.
Regla de oro: Debe escoger la técnica más simple, la más clara y menos notable que sirva a su propósito de hacer llegar su historia al lector.
Y usted, ¿Cuál es la voz que siente más natural al escribir? ¿Cuál es la voz que prefiere leer?