“Nuestra comarca del mundo”, como él mismo denominara a América Latina en el libro que le consagró, está de luto.
La pérdida de Eduardo Galeano resulta irreparable, pues no solo partió un hombre de letras, también un pensador, un politólogo, un defensor incansable de la soberanía continental.
Sé que en los próximos días homenajes no faltarán para el autor de “Las venas abiertas de América Latina”; sin embargo, el mejor de todos, a mi juicio, es el que le hiciera en vida el eterno comandante Chávez, cuando regaló el contundente texto a Barack Obama.
El hecho quedó registrado en la historia, y quien contemple la imagen en el preciso instante en que Chávez estrecha la mano del mandatario estadounidense, y hace entrega del ejemplar, me dará la razón.
Y es que Las venas abiertas… no constituye un tratado más sobre política, economía o sociedad latinas, es todo eso y más: resulta una especie de manifiesto, arte poética, declaración de independencia o constitución literaria del más desigual de los continentes.
Es un extracto certero del compromiso político de Galeano para con la patria grande, y en sus casi 500 páginas se hace eco de las duras realidades que han lacerado al Cono Sur.
Realidades expuestas con la más absoluta sagacidad por el intelectual uruguayo, y esa finísima y respetuosa ironía que caracterizara cada uno de sus artículos, ensayos o producción literaria de otra índole.
Tal vez su partida física, un día después de finalizar la histórica Cumbre de Panamá, resulta una misteriosa artimaña del destino, que le permitió contemplar, en sus últimos momentos, la izquierdísima alineación del discurso latinoamericano, encaminado a cerrar con el mayor cuidado las venas que aún queden rasgadas en el Sur.
Por el oxígeno que en su prosa se respira, el calor que desprenden las palabras al leerlo, y la sabiduría contenida en sentencias tales como la historia es un profeta con la mirada vuelta hacia atrás, cuesta creer que Eduardo Galeano no está con nosotros.
Por ello, más que un adiós, Galeano merece una bienvenida, como la ofrecida por el historiador Fernando Martínez Heredia en el prólogo a la edición cubana de “Las venas abiertas de América Latina”, cuando escribió “bienvenido sea otra vez Eduardo Galeano en su casa grande, la de los cubanos, que es suya. La casa en la cual muchos seguimos peleando por la justicia y la belleza repartidas, para todos, como hace él en su mundo, el mundo.”
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