Revista Cultura y Ocio

La zanja previa al exterminio del indio

Publicado el 25 octubre 2017 por María Bertoni
La zanja previa al exterminio del indioEl estreno porteño del documental de Díaz está anunciado para el jueves 2 de noviembre.

De vez en cuando, el cine argentino ayuda a revertir el desconocimiento y a desarticular los estereotipos que la escuela y la prensa de nuestro país inculcan al servicio de la versión oficial de nuestra Historia. En el transcurso de 2017 contamos dos exponentes de esta acción reparadora: Los Martínez de Hoz de Mariano Aiello, que se estrenó en Buenos Aires a fines de junio, y La muralla criolla de Sebastián Díaz cuyo desembarco en el Gaumont está previsto para el jueves de la semana próxima.

Estos films coinciden en retrotraernos al último cuarto del siglo XIX, cuando la clase terrateniente consolida las base de un Estado funcional a los intereses del entonces pujante sector agroexportador. En este marco, definen a la Sociedad Rural como artífice de las políticas económicas –por lo tanto territorial– y exterior implementadas al término del enfrentamiento armado entre unitarios y federales, y de la guerra contra el Paraguay de Francisco Solano López.

A diferencia de Los Martínez de Hoz, La muralla criolla aborda un episodio acotado de nuestro pasado: la construcción entre 1876 y 1877 de la fosa de tres metros de ancho por dos metros de profundidad y 700 kilómetros de extensión, que el Presidente Nicolás Avellaneda ordenó por sugerencia de su ministro de Guerra Adolfo Alsina en el sur de la región pampeana. El objetivo era proteger de los malones al ganado que la civilización blanca criaba en los territorios arrebatados a los salvajes originarios.

Díaz transforma las entrevistas realizadas a Osvaldo Bayer y a Marcelo Valko en hilo conductor de esta pequeña clase cinematográfica sobre aquella iniciativa gubernamental que precedió la Conquista del Desierto al mando del General Julio Argentino Roca. El realizador platense ilustra las explicaciones de esos y otros investigadores con dibujos animados de Carlos Escudero, con un plano topográfico, con la interpretación actoral –en off– de fragmentos de cartas y demás escritos históricos, con imágenes tomadas en Puan, Carhué, Guaminí, Trenque Lauquen entre otros pueblos prósperos del oeste bonaerense que antes fueron de frontera.

Con intención reflexiva, el documentalista contrapone algunas declaraciones de Bayer y Valke sobre la relación entre la llamada Zanja de Alsina y el plan de exterminio que Roca comandó entre 1878 y 1885. De esta manera Díaz se (y nos) pregunta si la obra del ingeniero francés Alfredo Ebelot fue un solución relativamente piadosa para frenar el contraataque aborigen o un prolegómeno necesario para legitimar la barbarie blanca.

En un plano secundario, La muralla criolla también cuenta la búsqueda que investigadores y curiosos lugareños emprendieron para identificar los vestigios de la fosa que la naturaleza y el hombre se encargaron de rellenar con el tiempo. De este tramo del largometraje resultan especialmente interesantes el recorrido por el pueblo fantasma San Mauricio y la noción de construcción colectiva de nuestra memoria histórica.

A lo largo de la película, la zanja decimonónica se revela como marca territorial de la división económica y cultural entre sedentarismo y nomadismo, producción y pillaje, desarrollo y atraso, futuro y pasado, el bien y el mal. Por su función divisora y discriminatoria, la ocurrencia de Alsina suena a antecedente de la grieta que la prensa imaginó años atrás para explicar la polarización social registrada a partir del lock out patronal del campo contra el primer gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.


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