Revista Cultura y Ocio

Laboratorio de palabras

Publicado el 16 septiembre 2011 por Vwollstein

… como inventar palabras.

Laboratorio de Palabras

Un recurso muy interesante dentro de la ficción es inventar significados de palabras imaginarias. Juntando dos o tres sílabas podemos conseguir palabras muy sonoras que pueden encajar en nuestro relato. De este modo podemos conseguir un diccionario novedoso que puede ayudarnos a desencadenar nuevas ideas.
 

Método infalible:

  • Paso 1: Selecciona sílabas de diferentes palabras y escríbelos.
  • Paso 2: Júntalos formando palabras que parezcan tener sentido.
  • Paso 3: Inventa un significado creíble de cada uno de ellos.

Siguiendo estos pasos yo he conseguido estas dos palabras:

  • Crotensia: Tipo de flor de la familia de las margaritas muy popular en América del Sur, que se utilizaba en rituales antiguos cuando las niñas pasaban a ser mujeres.
  • Estemópulo: Hueso cartilaginoso que tenían ciertos tipos de dinosaurios en el periodo cretáceo.

Ten en cuenta también un riesgo, y es que una palabra inventada puede hacer que el lector se pierda en la lectura y pueda no seguir bien el argumento. Esto es contraproducente y no nos interesa, así que cuidadito con lo que escribís por ahí.

Un regalito de Cortazar:

“Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente su orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, las esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentía balparamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfia”.


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