Comprendo que resulte ofensivo que no me dirija a las masas como es habitual, recordándoles su principalidad, su sabiduría “intuitiva” y citando los elevados ideales de los que son garantes, es decir, adulándoles y persuadiéndoles, en el tono habitual del encantador de serpientes políticas que vive de la teta estatal. Entiendo también que se sientan despreciados por apartarles de cualquier intervención en la institución de un poder ético, pero resulta que no se va tratar de futbol, ni de la vida sentimental del famoseo, sino de Ética y las masas confundirían el concepto de “valor” con una marca de chocolates. Huelga explicar la importancia de la convención moral para la convivencia y que la exigencia de su cumplimiento a las autoridades públicas no responde a una pulsión autoritaria, sino a la consecución del fin político: que los más aptos gobiernen en pos del bienestar de sus representados.
Que sea el colectivo revolucionario quien instituya, que no constituya, este poder ético, sirve para evitar una situación injusta: que los logros conseguidos por un colectivo de personas valientes y desinteresadas, que se juegan la vida si no la sacrifican, sean dilapidados por las masas cobardes que fácilmente se dejaran seducir por el primer esbirro de los poderes financieros con cara bonita y jerga demagógica. Nada he dicho sobre el resto de poderes estatales, tratados sobradamente en propuestas tan brillantes como la República Constitucional, me refiero a un momento previo y necesario, a una guía de conducta y a un faro para una humanidad carente de referentes morales, sin metas colectivas diferentes del aprovechamiento del grupo para el medro individual. Es este el contexto idóneo donde fructifican los elementos disgregadores al servicio de la banca internacional, ideologías reaccionarias de todo signo, movimientos secesionistas inducidos, especuladores sin escrúpulos, en definitiva colectivos interesados que sirven consciente o inconscientemente a un interés ajeno.
Esta iniciativa es su antídoto o su oportunidad para cambiar su mundo. No existe recompensa material, ni premio a la ambición, ni consecución de proyecto ideológico alguno. Nada tiene que ver con la utopía, es una reformulación de algo tan real y cotidiano como es la voluntad de poder humana. Quizás no pueda darse expresión más elevada de dicha voluntad, si exceptuamos al arte.
CAVE CANEM