Afuera, un ladrido de perro
mana toda la noche, llega con premura,
es un cristal hecho pedazos
lo que sale de su vientre;
lanza conjuros
y otro más allá del edificio le contesta,
adivino el tamaño de su hocico
y sus piernas de luz sacudiéndose;
ladrido transparente, eléctrico
sumergido en imanes que caen al agua,
sonaja que se agita afuera
de mi ventana que anochece
y se lleva tu recuerdo;
ligero chocar de astillas,
escoba de varas en el interior de un cuarto,
flor nocturna que sus pétalos abre
en la oscuridad transida de simulacros,
futuro que da un paso atrás
para recordar un nombre;
ladrido: quema un pájaro sus plumas al aire,
noche que ondula y en círculos cae,
porción de luz que se detiene a mirar su imagen
en la ventana,
tronar de cielo como golpes
en paredes que sostuvieron los años
que ya no esperan a nadie,
gesto de pantera echada en el trigo,
burbuja de agua temblorosa,
racimo de gestos ancestrales
sometidos a la gota de lluvias;
un ladrido es lo etéreo que remonta
el espesor de la oscuridad que
permanece al final del perro
retorciéndose allá,
adentro de la noche.
José Rivera Guadarrama.