En un pequeño pastizal del concejo de Salas un pequeño reptil se asusta a mi paso y corre a esconderse bajo una mata de zarza. Acercándome bien, lo que al principio había tomado por una lagartija revela ser un ejemplar juvenil de lagarto verdinegro Lacerta schreiberi. Lo delata su coloración, que claramente hace honor a su apelativo, y también su aspecto general: aunque es un individuo joven ya es claramente compacto, con una cabeza rotunda en la que destaca el pabellón auricular, y también las fuertes patas.
La coloración de estos lagartos es todo un código que nos permite descifrar su sexo, edad, incluso su status con relación a otros lagartos. Este ejemplar en concreto parece un macho, por el tono de su coloración verdinegra, y un juvenil por el tamaño relativamente grande de las manchas negras, ya que estas se hacen más pequeñas con la edad. Si nos fijamos en la garganta ya empieza a aparecer una tonalidad azulada, que se va haciendo más intensa a medida que se hacen adultos. Este aspecto de la coloración azul de la cabeza es un tema fascinante que aconsejo vivamente leer en la ficha de la especie de la página de vertebrados ibéricos.
En cada entrada que redacto sobre reptiles no me canso de comentar el papel tan importante que estos animales desempeñan en el equilibrio ecológico de nuestros hábitats. Consumen un gran número de insectos y son una presa universal, para un gran número de rapaces como ratoneros, águilas, abejeros, para mamíferos carnívoros como los mustélidos, e incluso para otros reptiles, como culebras o víboras. En el caso del lagarto verdinegro se añade además el hecho de que es una de nuestras joyas naturales, un endemismo del oeste ibérico.