Revista Viajes
Se acaban mis crónicas macedonias; no sin antes detenerme a pasear junto a la orilla del fascinante lago Ohrid (600 metros sobre el nivel del mar).
Sus 358 km2 discurren entre Macedonia y la vecina Albania. Es un lago como de postal, como de inspiración de pintor paisajista, con sus pequeñas barcas de madera, sus ocasionales pescadores y algunos juncos que liban la orilla en silencio. Es idílico, además, con sus jardines y cañizares, gente tranquila que camina deleitosa y exenta de prisas. Los alrededores están bendecidos de verdoso esplendor montañoso. Todo ello le otorga a esta región un encanto innegable. No tiene desperdicio la turística villa antigua de Ohrid; por ello es indispensable recorrerla tranquilamente, mientras dejamos atrás el lago, el segundo más grande del país.
Hay que permanecer congelado a la ventanilla, pese a las curvas de la carretera, para disfrutar del paisaje circundante, análogo al de muchas poblaciones norteñas de España. Merece la pena la zigzagueante travesía para arribar al monasterio de Cbeth havn (Sveti Naum, 1923). Es una de las joyas del país. Aparcamos en un terruño maltrecho que alguien ha decidido designar como parking de pago. Las panorámicas del lago aquí son espectaculares, idílicas, casi como de cuento de hadas. Como en toda zona turística abundan los locales para comer y las tiendas de regalos.
Es fácil ver, paseando su estilizado y colorista palmito, a numerosos pavos reales por los jardines que circuyen el lago. Como de cuento clásico es también el estanque Drinero, tan fotogénico, con esos puentes románticos y esas barcas silentes que lo navegan. A cada paso veo una foto memorable dentro del Parque Nacional Galicica, que como comento, es de ensueño.
La visita al monasterio, donde se halla el sepulcro del santo Naum, quien junto a San Clemente modernizara el alfabeto macedonio, no nos llevará un tiempo excesivo ni inmerecido. Es bastante impresionante la entrada de la salita donde reposan los restos del santo, con esos frescos maravillosos y policromados, pinturas e iconos del 1711.
Después, devorándole las entrañas medievales a Ohrid, nos encontramos con la bonita iglesia de Santa Sofía (S.XI), si bien, está bastante estropeado el interior, los iconos y coloridas pinturas. Fue construida en periodo bizantino entre 1036-1056 por el arzobispo León.
Si seguimos avanzando y osamos desafiar una imponente escarpadura, nos toparemos de frente con un anfiteatro que diera cabida a unos 15.000 espectadores. Sólo el 20% hasta el día de hoy ha sido descubierto.