Revista Viajes
LAGO TITICACA
CÉSAR, UN HOMBRE LOCUAZ Y DIVERTIDO QUE HIZO DE NUESTRA TRAVESÍA UN DELEITE CON SU AMENA CHÁCHARA.
Cogemos un barco con destino a las islas flotantes de los Uros, que nada tienen que ver con aquellos bisontes ya extinguidos en el siglo XVII y que poblaban regiones enteras de Eurasia. El trayecto es de lo más agradable por el lago navegable más alto del mundo, el Titicaca o “Puma de piedra”. Aquí la actividad más extendida es la pesca y la recolección de huevos de pato. Observando un mapa muy explícito, a todo color, con fotografías de la fauna que habita este entorno acuático, busco sin el menor éxito trazas existenciales de patos, garzas, flamencos, cormoranes, aguiluchos, ibis, colibríes; bajo el barco nadan tranquilos los pejerreyes, bogas, carachis…
A bordo de estos barcos de Puma Tours, por cortesía de la muy recomendable agencia turística Viajes Pacífico, navegamos como Simbad “El marino” a 3800 metros, en pos de aquellos primigenios uros de época inca que muy probablemente huyeron de la hegemonía del imperio para zafarse de la fastidiosa obligatoriedad de las tasas, los impuestos de turno que todo “cristiano” tiene que apoquinar ya casi hasta por respirar.
DATOS DE INTERÉSPara saludar, la fórmula de bienvenida es Kamisaraki Waliki, de la lengua Aimara. A la entrada de los pueblos siempre hay un arco que simboliza la bienvenida, el recibimiento cordial al visitante.
ISLA DE LOS UROS
Pasamos un rato muy agradable en compañía de los uros. Son gente muy hospitalaria y simpática, con quienes puedes conversar y de paso comprarles algún souvenir.
Sus islas flotantes se construyen artesanalmente con una especie de juncos denominados totora. Las islas, como se van desplazando, se pueden trasladar a modo de hogares flotantes móviles. Todos los años se designa un presidente de la comunidad. El que hoy nos recibe tienen grandes dotes de oratoria, amén de un encomiable sentido del humor. Embarcaciones curiosísimas, decoradas, talladas, preciosas, surcan el lago, así como las pequeñas barcas que son el medio de transporte y de vida de esta gente aislada en medio de la gran masa de agua azul.
Es extraña la sensación de estar caminando sobre el agua, sobre las frágiles totoras. Ellos van descalzos, parecen tan adaptados al medio como las garzas y patos que aquí habitan. Nos marchamos ya hacia la isla de Amantani. Saludando en la distancia a la frontera boliviana, ésta nos regala una preciosa estampa de la cordillera Real andina, encumbrada con un penacho albo (blanco) de nieves perpetuas
DATOS DE INTERÉSLa isla de Amantani cuenta con unos 4000 habitantes, mayormente de origen quechua. Poco a poco se van integrando al turismo y reciben a visitantes para invitarles a que pasen con ellos una noche, “ensamblados” en el núcleo de una familia como miembros de la misma. En la isla de Taquile, de origen quechua, viven básicamente de la pesca y la agricultura. Se caracterizan por el colorido de sus vestimentas y el arraigo inveterado (antiguo, arraigado) por su acervo histórico-cultural. Merece la pena recorrer Taquile, con sus calles escarpadas y esas terrazas agrícolas de tiempos de los incas.
AMANTANI.La población de Amantani se compone de 4000 almas nada menos, frente a las 3000 de la isla de Taquile, a la cual rendirle pleitesía muy pronto. Al grupo lo distribuyen las familias de Amantani para formar parte de su rebaño durante un tiempo tan entrañable como fugaz. Familiares de acogida somos, como náufragos vomitados por el lago Titicaca, integrados en el clan de una familia postiza que nos acoge con cariño y amabilidad. Para ir cogiendo forma física, después del marasmo (inactividad) dentro del barco, subimos una escarpadura nada desdeñable de 4000 metros para observar Amantani cuando el día se marcha para ser sustituido por el atardecer que se entrega a los brazos de la noche. Merece la pena el esfuerzo. Los colores del día que se esfuma son una maravilla cuando quedan reemplazados por los rojos rosados y esos azules que se deslizan por tonalidades añiles y oscuras. La población es preciosa y acogedora, un respiro necesario cuando uno viene ya contaminado con la ponzoña (veneno) propia de las grandes ciudades angustiadas por la premura del tiempo, que nunca es suficiente, que nos hace vivir como trenes a punto de descarrilar.
Tranquilidad, silencio, un paisaje maravilloso frente al lago y de regalo, por la noche, un cielo estrellado que parece artificial, irreal, con todos esos puntitos luminosos que titilan en la distancia como si fuesen los guardianes del universo. Si sales por la noche lo apropiado es llevar una linterna, pues los caminos se pierdenen los “bolsillos” de la noche opaca. Mi familia está compuesta por esa madre “todoterreno” que lo hace todo bien y que jamás pierde la sonrisa; Gladys, presidenta de esta comunidad este año. Franklin, su hijo, es muy timorato (tímido), callado, respetuoso y agradable.
Le coges afecto a los pocos minutos de estrechar su mano. Evelyn es un encanto de niña, bastante más pizpireta, pero también envuelta en ese halo de serenidad que viste las almas de todos los moradores de Amantani. Una sorpresa inesperada, a la par que genial, nos somete a un torbellino de algarabía, risas, bailes y disfraces antes de alcanzar el camastro y soñar con cosas buenas. Ataviados como lugareños somos protagonistas involuntarios de un sarao de lo más alegre. Formar parte de esta familia, compartir momentos únicos con la gente de mi grupo, eso es algo ya que forma parte de la recolección de momentos impagables de mi vida, tesoros que me llevo a Madrid para mimar y conservar siempre.
Nos despedimos de Amantani al día siguiente para navegar hacia la vecina Taquile o Intika en lengua quechua. Muy interesante esta isla de orígenes incas, una de las últimas en capitular allá por el siglo XVI antes de que irrumpiera en escena Carlos V para recaer después en manos de Pedro González de Taquila, de quien adopta el nombre la isla. Su modo de subsistencia se basa en la agricultura y la pesca. Por aquí hay un lema de lo más interesante que reza: “No robarás, no mentirás ni serás perezoso”, o lo que viene a ser lo mismo en lengua quechua “Ama sua, ama llulla”.
DATOS DE INTERÉSTAQUILE ESTÁ RECONOCIDA POR LA UNESCO DESDE 2005 COMO OBRA MAESTRA DEL PATRIMONIO ORAL E INMATERIAL DE LA HUMANIDAD, POR LA CALIDAD DE SUS RECONOCIDOS TEXTILES, SU VALOR ARTÍSTICO, CULTURAL, ANTROPOLÓGICO E HISTÓRICO DE LOS TEJIDOS QUE AQUÍ CONFECCIONAN.
Es muy bonita Taquile, turística, acaso tengan mucho que ver sus paisajes frente al lago y la gran calidad de sus vívidos tejidos de colores. Pero yo me quedo más con la hospitalidad de esta gente sin máculas en el alma, gente sencilla que vive de lo que le otorga la naturaleza.
CURIOSIDADESLos hombres que llevan un sombrero de color rojo son aquellos que están casados. Los de los solteros son blancos, acaso una descripción de su pureza.
También hay taquileños que encumbran su testa con sombreros de color negro: en este caso estamos ante un miembro de la justicia, un cargo de autoridad. Por medio de un proceso artesanal de lo más sencillo, en cuestión de minutos, los taquileños fabrican un magnífico champú con una planta local llamada “roque”. Taquile alberga en su seno diversos acicates, como su reputada artesanía, reconocida por la Unesco desde 2005. Contemplada desde un altozano (promontorio) Taquile se me antoja una isla de bucaneros (piratas), o sea, filibusteros que esconden allí sus mercancías robadas, tal vez en las profundidades de una caverna frente al lago. Bonita, recóndita, sibilina (misteriosa) me dirijo a la plaza principal. Todo el mundo parece entusiasmado saliendo o entrando de un enorme edificio rojo no especialmente destacable. Es la sede de la Asociación artesanal de exposiciones textiles y danzas autóctonas. El género que encuentro allí no me satisface tanto como para dilapidar mis soles sin orden ni concierto. Asciendo a la primera planta para observar las vistas panorámicas, que eso es siempre un nutriente para mi corazón viajero. Siguiente parada: PUNO.