Revista Historia

Laicismo-laicidad

Por Ritofrancesmoderno

 

cartel fiesta de la laicidad

 

El 9 de diciembre, las Logias francesas del Gran Oriente de Francia celebran, cada una en su Oriente, la fiesta de la laicidad. La elección de la fecha no es casual, pues en ese día se conmemora el aniversario de la ley de 1905 que decidió la separación –eficaz y efectiva en su caso- entre las iglesias y el Estado francés.

En España, aunque la Constitución consagra de alguna manera dicha separación, no obstante tipifica también –paradójicamente- un trato especial a la iglesia católica, objeto, en nuestro país, de singulares privilegios y concesiones, la mayoría financieros. De ahí que, como en el país vecino, continúe siendo interesante y necesario dedicar tiempo y energías a la reflexión sobre el necesario espacio común laico, condición para el esencial desarrollo de las libertades y derechos de ciudadanía en una España que aún padece cierto franquismo sociológico y, en consecuencia, un nacional catolicismo más que latente.

El Diccionario de la Real Academia Española no contiene la voz “laicidad”, sino el término “laicismo”, que pasa a ser definido como “Doctrina que defiende la independencia del hombre o de la sociedad, y más particularmente del Estado, respecto de cualquier organización o confesión religiosa”.

Sin embargo, en la última edición del Diccionario de Uso del Español, de María Moliner, sí que aparece la palabra “laicidad”, definida como “cualidad de laico”, definido a su vez como “lo que es independiente de cualquier credo religioso o poder eclesiástico”.

Así pues, tirando de ambos diccionarios, el laicismo sería la filosofía que anima la cualidad, el modo de ser de una persona, de una sociedad, de un Estado.

Parece sintomático que, en un país –España- en el que se pierden constantemente batallas en pro de la laicidad, su diccionario oficial solamente incluya la definición de la doctrina, no de la realidad. Esto propicia que a veces nos enzarcemos en tan interminables como estériles debates en torno a la conveniencia de usar uno u otro término. Realmente, da igual; lo importante es que se viva esa atmósfera de independencia y respeto que significan tanto laicismo como laicidad.

Laicidad-laicismo no es agresión ni hostilidad hacia las religiones organizadas, sino recurso y condición de respeto a todas las creencias, entendiendo que estas no tienen por qué ser exclusivamente religiosas. Basada en la concepción de la sociedad como esfera pública, la doctrina laicista sitúa las creencias en el ámbito que les corresponde: la esfera privada o íntima. De este modo, se garantizan –para todos y en todos los sentidos- respeto y tolerancia.

Felicidades a nuestros Hermanos y Hermanas franceses por el acierto y el denuedo que ponen en la celebración de estas jornadas.

 


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