Después de muchos años volví a asistir a un festejo taurino en la plaza de Marbella y el aspecto de la plaza resultó desolador. El cemento era principal protagonista en los tendidos. Me preguntaba cómo es posible mantener esta plaza abierta, dando novilladas todos los Domingos durante la temporada, porque aquí no hay posibilidad de “cambio de cromos” ni presupuesto para casi nada. Que los empresarios han tenido culpa por pretéritas actitudes egoístas, explotadoras e irresponsables, es bien cierto, pero también lo es que la grave crisis económica, la brutal retirada de las subvenciones públicas y la falta de presupuesto de los ayuntamientos está situando bajo mínimos y al borde del cierre muchas plazas de tercera categoría. Me parece un auténtico milagro, por no decir una auténtica locura, que la empresa de Marbella siga ofreciendo estos festejos, que sirven para que los novilleros sin picadores puedan sumar actuaciones y, con ello, la experiencia tan necesaria para ir progresando. En este caso urge escribir que el empresario no es el malo de esta película. Siempre he pensado que, aparte de otras cualidades, al empresario taurino se le debe exigir un fundamento privativo; su afición. Mucha afición, sin duda, tiene el joven empresario Pepe Luis Román, para seguir al frente de la plaza marbellí.
La novillada estuvo correctamente presentada, encastada, de buena condición salvo el manso cuarto, noble pero muy floja con varios ejemplares ciertamente inválidos.

El que hacía tercero fue un mansito encastado, que repetía y tenía buena condición. El novillero puso ganas, pero no fue capaz de dominarlo. Se descubre y le propina un varetazo en la cara interna del muslo izquierdo. Hubo una buena serie con la derecha y acabó con la manoletinas tan al uso actualmente. Entró a matar hasta tres veces, pero la espada quedó defectuosa y, sin acierto con el verdugillo, escuchó los tres avisos. Impresionaba ver al chaval llorando a lagrima viva, pero de estos infortunios también se aprende. Aunque no le acompañe su figura para un toreo estético, vimos en Santiago Muñoz muchas ganas y disposición. Tiene la virtud del temple, pero su tauromaquia necesita de mayor reposo y hondura, huir de esos desplantes estridentes y mejorar con los aceros.

El que cerró plaza fue un eral manso que se ceñía por el pitón derecho, distraído y sin fijeza. En banderillas hace hilo con los rehileteros, y sale con la embestida descompuesta y hacia los adentros. Con la franela se le cuela varias veces por el pitón derecho, quedándose corto por el izquierdo. El animal acaba rajándose y es aquí cuando Lama de Góngora demostró que tiene madera de torero. Muy voluntarioso y con valor, tapándole con la pañosa la salida hacia tablas, le enjaretó una serie por el pitón derecho y una por el izquierdo, citando con la muleta planchada, exponiendo, ligando y rematando con sensacionales pases de pecho. Mató de una estocada casi entera y su labor fue justamente premiada con una oreja. Bien Lama de Góngora, por encima de su oponente. Muy meritoria su labor, sin concesiones para la galería. En el sevillano hay madera de torero, ortodoxo, serio y de clásico sabor. Esperemos que siga por este camino.
Paz y salud