Lamarck enterándose
que aún existen creacionistas
en el siglo XXI.
El contra-argumento vendría en las notas de clases de cierto naturalista francés de inicios del siglo XIX, quien demostraba ser un excelente divulgador, al tener un gran estilo para plasmar sus ideas en papel (si me preguntan a mí, haciendo que su lectura sea más fluida y agradable incluso que la del propio Darwin).
En 1809, Jean-Baptiste de Lamarck respondía así a este argumento, casi al final de su Filosofía Zoológica:
"Una razón poderosa nos impide reconocer los cambios operados sucesivamente, que han diversificado a los animales conocidos y que los ha conducido al estado en el que hoy los observamos: nunca hemos sido testigos de estos cambios. Así, observamos las operaciones ya hechas, pero nunca las vemos ejecutarse y, naturalmente, esto nos lleva a creer que las cosas hayan sido siempre tal y como las vemos y no que se hayan efectuado progresivamente.
Entre los cambios que la naturaleza ejecuta sin cesar en todas sus partes, sin excepción, quedándose su conjunto y sus leyes siempre igual, aquellos que para operarse no exigen más tiempo que la duración de una vida humana son fácilmente reconocidos por el hombre que los observa, pero este no podría percibir aquellos que no se ejecutan más que tras un tiempo considerable.
Permítanme la suposición siguiente para hacerme comprender.
Si la duración de la vida humana no se extendiera más allá de la duración de un segundo y si existiera uno de nuestros péndulos actuales, montado y en movimiento, ningún individuo de nuestra especie que contemplara la aguja de las horas en este péndulo lo vería cambiar de lugar en el curso de su vida, aunque esta aguja en realidad no esté estacionaria. Las observaciones de treinta generaciones no le enseñarían nada evidente sobre el desplazamiento de esta aguja, puesto que su movimiento no sería sino el que se produce durante medio minuto y no sería suficiente para entenderlo por completo. Si observaciones mucho más antiguas nos enseñaran que esa misma aguja realmente ha cambiado de lugar, aquellos que contemplaran el enunciado no lo creerían y supondrían que se trata de un error, pues cada uno de ellos habría visto la aguja siempre en el mismo punto del cuadrante. Dejo a mis lectores que apliquen esta consideración."
Me gustaría pensar que, en realidad, sobra decir que hoy día ya contamos con múltiples pruebas de ese "cambio en la aguja", a través del registro fósil, la deriva genética, además de múltiples casos de especiación que hemos podido documentar (¡evolución en acción, pues!). Por desgracia, sabemos que no sobra mencionar esto, ya que los creacionistas del 2022 siguen repitiendo el mismo argumento que Lamarck combatió con una brillante analogía en 1809 (!). Hay que tener en cuenta que, a diferencia de algunos combatientes actuales del creacionismo, que a la vez son ateos militantes, Lamarck adoptó el deísmo propio de muchos de los pensadores ilustrados. Su teoría evolutiva y su concepción de la naturaleza, aunque son entendidas en función de leyes físicas, es teleológica. Esto significa que para este autor francés, la naturaleza sigue un propósito establecido por su "Gran Autor", aunque éste no tenga mayor intervención en el mundo. Quizás algunos análogos suyos en el mundo moderno (o que se acercan un poco) puedan ser algunos promotores de la evolución teísta, aunque suelen ser abiertamente cristianos (o sea, creen que Dios sí interviene al menos ocasionalmente en el mundo).
Lo interesante de las teorías biológicas de Lamarck (que sabemos estaban equivocadas, pero bien fundamentadas en principios naturalistas, tratando de ver a los seres vivos como entidades materiales que, por tanto, podían ser entendidos y explicados a partir de leyes materiales), es que su argumentación se basa principalmente en presuponer una forma de mecanicismo naturalista, a la vez de siempre apoyarse en las observaciones fisiológicas y de anatomía comparada con las que se contaba en su época. Conceptos que han aportado tanta claridad al asunto, como "registro fósil", "cambios geológicos", "extinción masiva" o "ecosistema", aún no existían o no estaban ampliamente aceptados dentro de la comunidad científica de inicios del siglo XIX, y aún así, Lamarck se las arregló para establecer una hipótesis coherente y racionalmente defendible de la evolución (o como se la llamaba, de la transformación de los animales).
Filosofía Zoológica es un libro que me ha dejado encantado, insisto, no porque considere que las ideas de Lamarck tengan alguna utilidad a la biología moderna (aunque algunos lo crean así, no es verdad); sino por la cantidad de hipótesis y argumentos que ya Lamarck planteaba en sus clases de inicios de 1800's, acerca de los conceptos de naturaleza, especie biológica y ciencia; sus observaciones en su momento revolucionarias de (lo que hoy llamamos) taxonomía al establecer primero que nadie la división entre animales vertebrados e invertebrados; los detalles que hacen que su teoría evolutiva (transformista) sea un poco más elegante de lo que nos cuentan en secundaria (aún así, bastante ingenua: Lamarck sí usa el ejemplo de las jirafas); su completa honestidad intelectual al hablar una y otra vez del ser humano como una criatura que perfectamente encaja en el "árbol de la vida" (aunque no lo llama así); su compleja filosofía biológica de la mente, donde afirma que no existen facultades mentales sin órgano que realice tales facultades; o sus excelentes refutaciones al creacionismo de su época que, como podemos ver, no es muy distinto del actual. (Un plus para los amantes de los arácnidos, como yo: Lamarck fue quien estableció el grupo de los arácnidos, diferenciándolos de los insectos y los crustáceos, entre otras exquisitas observaciones más).
Creo que Lamarck es un autor poco abordado y valorado, especialmente en mundo hispanoparlante, tristemente. Creo que los interesados en historia de la biología, biofilosofía, filosofía de la ciencia y filosofía de la mente, así como estudiantes de biología, podrían encontrarse con mucho qué analizar en su obra, como ya lo demostró hace un tiempo el difunto paleontólogo Stephen Jay Gould. Vale la pena profundizar en la mente de aquellas generaciones que vieron en la Ilustración y la Revolución francesa, del siglo XVIII, y que intentaron transmitir esos mismos valores al siguiente siglo, como lo hiciera Lamarck, pero también Laplace o Humboldt.
Aunque claro, a los creacionistas no les guste tanto las lecciones de historia de la ciencia, como tampoco les gustan las de biología.
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* Filosofía Zoológica, por Jean-Baptiste de Lamarck, Editorial laovejarota, España, 2017.