Lana y yo no eramos amigos.
Nos conocimos en un festival benéfico que ella organizaba y en el que yo tocaba. Fue el seis de febrero de 2010. Nunca la había visto antes y desde ese día nunca dejé de verla.
Cuando nos encontrábamos, a altas horas de la madrugada, y después de hablar durante un rato ─en realidad yo balbuceaba mientras ella reía detrás de la barra del local en el que trabajaba─ me iba a casa pensando que era el tipo más gracioso del mundo. ¡Lana reía mis chistes!
Tardé algún tiempo en darme cuenta de que ella siempre tenía esa sonrisa esculpida en la boca. Era la marca de la casa.
Pero Lana y yo no éramos amigos.
Siempre pensé que tendría tiempo para descubrirla, para conocerla mejor, pensaba que ya coincidiríamos y que habría tiempo…me equivoqué. No existe el tiempo ni el futuro.
Te echaré de menos.