Largo domingo de noviazgo (2004) guarda muchas reminiscencias con Amélie, no solo porque en ella la protagonista vuelva a ser Audrey Tautou y nos encontremos otra vez con esa expresividad suya tan característica, sino también porque ambas películas comparten director (Jean-Pierre Jeunet), y eso se nota mucho en cuanto a estilo se refiere.Si bien Amélie me gustó en su momento, creo que Largo domingo de noviazgo me resultó más conmovedora, me llegó más a este maltrecho corazón. Son historias diferentes, pero las dos tienen esa magia que mezcla lo real con lo imaginario, haciendo de "lo imposible" algo un poco más posible.En ella se intercalan el amor y la guerra, las imágenes tiernas se turnan con las más crueles para tener al espectador cambiando de la emoción a la tristeza cada poco tiempo, por no hablar de... Anda, ¡pero si aún no he contado de qué va esta historia!
Pues es un argumento simple en apariencia: Mathilde es una joven que, tras la Primera Guerra Mundial, emprende una búsqueda exhaustiva de su prometido Manech, quien permaneció en las trincheras durante el conflicto. Sin embargo, Mathilde solo puede conseguir pistas de su paradero recavando información de los soldados que lucharon con él.La protagonista es uno de esos personajes dignos de admirar. Ni la cojera que padece desde niña consiguen parar a la chica para conseguir su objetivo y reencontrarse con su amado, incluso ante la posibilidad de que éste haya muerto.
Sí, podría decirse que es una "película romántica", pero aunque el amor sea el tema principal, también lo es la guerra. Y me refiero a la guerra que se muestra en todo su esplendor, por lo que hay imágenes bastante duras y desoladoras.Sea como sea, este film es otro de esos ejemplos que nos recuerdan que no importa tanto lo que se cuenta, sino cómo se cuenta. Es cierto que ya partimos de una historia original, tierna y llamativa en sí misma, pero la forma en la que se va desarrollando la trama es sin duda lo que la hace tan especial.En mi caso, Largo domingo de noviazgo consiguió entretenerme, conmoverme y casi sacarme una lagrimilla hacia el final; pero, sobre todo, me recordó algo que casualmente me viene muy bien para estos días: nunca debes rendirte.