Revista Coaching

Las 5 heridas de la infancia. Herida de abandono

Por Maria Mikhailova @mashamikhailova

Como te anunciaba en mi anterior post este será el primero de los artículos dedicados a las heridas de la infancia. En concreto en este post voy a empezar por la herida de abandono.

Las heridas de la infancia es un tema que me resulta apasionante, no sólo porque descubrirlo supuso un antes y un después en mi vida hacia mi transformación, sino porque también lo trabajamos en profundidad en mi curso estrella SelfCoaching.

Así que, espero que esta serie de post dedicados a las heridas de la infancia te sean de mucha ayuda en tu camino de crecimiento.

Hablo de las 5 heridas de la infancia, basándome en el libro "Las 5 heridas que impiden ser uno mismo" de Lise Bourbeau.

Pero vamos primero con los bloqueos internos y qué entiendo yo por ello.

Qué son los bloqueos internos

Los bloqueos internos son los conflictos emocionales no resueltos en tu interior. Un conflicto aparece cuando dos o más aspectos de nuestra personalidad no acaban de ponerse de acuerdo y nos están afectando, ya sea, a nivel físico, mental, emocional o espiritual

Muchos de estos bloqueos parten de nuestra infancia y también se llaman traumas. Incluso pueden ser anteriores a nuestro nacimiento. Tal vez cuando nuestra madre estaba embarazada, tenía conflicto con su pareja, con su entorno, consigo misma, etc. y eso también puede percibirse como una información negativa, por lo que incluso podemos nacer con ese conflicto o bloqueo.

Lo que te comparto, como siempre, forma parte de mi experiencia y mis aprendizajes. Incluso hay personas que pueden tener uno, dos o varios bloqueos, pero siempre hay uno que tiene mayor peso.

Detectar este bloqueo principal es muy importante porque se convierte en nuestro enfoque habitual. El enfoque en el coaching es esencial, pues representa las gafas con las que vemos nuestra realidad.

Ese enfoque hace que tengamos una determinada forma de ser. Y esta forma de ser o identidad es lo que llamamos personalidad. Nuestra identidad, en resumidas cuentas, es precisamente el enfoque adquirido y utilizado muchas veces en base a nuestras heridas.

A menudo ocurre que el mismo problema o conflicto que tiene que ver con ese bloqueo se repite una y otra vez en nuestra vida. Así que, es posible que, por ello, tú también te hayas preguntado en innumerables ocasiones: ¿ Por qué siempre me ocurre lo mismo? Es como si hubiera un patrón que siempre estamos repitiendo.

La peor parte de estos bloqueos no es que hayan dado lugar a nuestra identidad, sino que nos aferramos a ese bloqueo. Nuestro inconsciente pretender mantener esa identidad limitante. Sin darnos cuenta, nos volvemos esclavos o adictos de esos bloqueos porque nos ofrecen una sensación de falsa seguridad.

Esto tiene que ver con nuestro cerebro reptiliano que corresponde a nuestra parte más primitiva. Nuestro cerebro reptiliano no pretende que seamos felices ni nos realicemos, sino que simplemente sobrevivamos. El Ego busca desesperadamente nuestra supervivencia.

Si ese bloqueo, aunque sea negativo para ti, te ha mantenido con vida a ti o a tus antepasados (de hecho, muchas veces repetimos los bloqueos de nuestros antepasados que van pasando de generación en generación), nos quedamos con ese bloqueo porque parece que garantiza la supervivencia, y de esta forma nuestro cerebro también ahorra energía.

Nuestros bloqueos más profundos nos dan una falsa sensación de seguridad. Y a menudo no conseguimos superar los bloqueos porque hay una parte inconsciente muy fuerte que se rebela ante ese cambio, pues necesita esa sensación de seguridad.

Veamos ahora el primero de los 5 bloqueos principales y su herida correspondiente.

Bloqueo de la Mentalidad de escasez

Este es mi bloqueo estrella y, de hecho, todavía lo sigo trabajando a nivel personal, pues es de los más arraigados.

Este bloqueo no sólo tiene que ver con el dinero, sino la sensación de que la vida te da lo mínimo para subsistir. Es como si la vida te dijese "sobrevive como puedas porque no te voy a dar más de lo justo y necesario".

En mi caso, me di cuenta de que, con el tema del dinero en concreto, tenía mucho miedo a perder. Tenía un enfoque limitante, viviendo con miedo a perder, en lugar de enfocarme en ganar. Estaba enfocada en no perder, en ahorrar. Pero si me enfoco en ahorrar y no estoy ganando por otro lado, mi dinero siempre disminuye. Entonces, lo poco o mucho que tenga nunca irá a más, sino siempre a menos.

Esta mentalidad de escasez deriva en una personalidad basada en:

conformismo
      . Vivir con lo mínimo. En mi caso, no me quejaba y pensaba que estaba bien que no necesitara mucho. Hasta me sentía orgullosa de no necesitar mucho para vivir. Me veía como más espiritual o desapegada.

Pasividad. No pasar a la acción. Yo no pasaba a la acción porque no creía que fuera a lograr mis sueños. Así que no veía el sentido de pasar a la acción si la vida no me va a dar más de lo que me está dando ya.

Cortoplacismo. Tenía muy integrado el famoso dicho de "mejor pájaro en mano que ciento volando". Por ejemplo, una persona con esta actitud puede preferir tener un trabajo en el que gana poco que tratar de encontrar un mejor trabajo meses después. Como no tiene seguridad de encontrarlo, se queda con lo que le dan. Y eso también es historia de mi vida.

Falta de merecimiento. No merezco. La vida no me va dar lo que yo necesito, porque hay algo malo en mí. Personas como yo no logran lo que se proponen por algo interno y propio.

Baja autoestima. Tiene que ver con el tener. No merezco tener lo que me corresponde. A diferencia de otras formas de baja autoestima, en este caso se trata del concepto tener: no tengo posesiones, no me llega lo que necesito. Un enfoque en la pérdida y carencia muy claro.

Herida de abandono

La herida más habitual asociada a la mentalidad de escasez, tanto en mi caso como en mis observaciones de trabajo con clientes y alumnos, es la herida de abandono.

Si no te han dado lo que has necesitado porque te han abandonado, ya sea que te han retirado el amor de tus padres o su presencia, su cariño... O incluso a nivel material tal vez no te daban mucho porque no había o no eras importante, entonces tu vida repite ese patrón y no te da lo que necesitas. Y lo normalizas. Precisamente, el problema está ahí. En normalizar las cosas que no son normales.

Piensas que es normal que no te den. Por eso, conservas lo poco que tienes.

En esta herida hay mucho miedo a la pérdida, tanto de perder personas como cosas. Y también hay miedo a la carencia, a que te falte algo. O también a vivir algún tipo de abandono, ya sea físico, económico, personal, simbólico, etc.

Y, además, sientes que puedo perderlo todo, que todo te puede abandonar. Así que, te esfuerzas por conservarlo. Y así se genera la famosa dependencia emocional. Como si no fueras realmente libre, como si necesitaras apegarte a cosas o personas para no sufrir más.

Cómo se comportan las personas con la herida de abandono

La herida de abandono se sitúa en el plano del tener y el hacer. Por ejemplo, si abandonas a un bebé, éste puede llegar a morir. Por tanto, su integridad física está en peligro.

La persona con esta herida trata de llamar la atención por todos los medios, ya sea ayudando a otros, poniéndose malo o dramatizando situaciones que vive, creándose problemas y quejándose de ello, pues necesita que le ayuden, necesita apoyo, no puede hacerlo solo, tiene un gran miedo de la soledad.

Se convierte en víctima y busca llamar la atención para que le salven. O también puede convertirse en salvador (rol víctima-salvador) para llamar la atención, para que lo vean y estén cerca.

Muchas personas que sufren la herida de abandono sufrieron de pequeñas una profunda falta de comunicación con el progenitor del sexo opuesto. Para ellos, este progenitor era demasiado reservado, y aun cuando les cuidaba, les daba la sensación de que no le interesaban.

Otro aspecto interesante sobre esta herida es que a menudo los que sufrimos la herida de abandono también sufrimos la de rechazo (y en mi caso concreto se da claramente esta coincidencia).

Al tener la herida de abandono sentimos que no nos quieren. Esta herida suele producirse antes de los 2 años de edad del bebé. Y la máscara que se crea para tratar de ocultar esta herida es la máscara del dependiente.

La persona dependiente cree que no puede lograr nada por su cuenta y, por tanto, tiene necesidad de que otra persona le apoye. Cuando esta herida es la principal, incluso el propio cuerpo refleja esta necesidad de apoyo. Las personas con esta herida tenemos un cuerpo poco musculoso, como ligeramente encorvado, con unos ojos grandes y tristes, como si fuéramos otra vez el niño pequeño que está pidiendo ayuda.

Es además muy probable que los padres o uno de ellos también tenga esa misma herida de abandono y tengan la actitud de víctima: persona que inconscientemente crea problemas en su vida, especialmente de salud, para llamar la atención y recibir ayuda externa.

¿Y por qué los humanos llamamos la atención? Una de las principales razones es volvernos importantes para otros y así poder recibir ese apoyo que nos falta.

Incluso podemos llegar a dramatizar demasiado y exagerar lo que nos está ocurriendo. Eso sí, el dramatizar y recrearse en nuestros problemas en el fondo nos proporciona ese beneficio secundario o esa intención positiva de evitar sentirnos abandonados.

Y es que para nuestro inconsciente tener problemas o incluso enfermedades es mucho mejor que volver al dolor del abandono.

Curiosamente, en esta última parte de sentirme o hacerme la víctima no me veo muy reflejada (aunque si te soy sincera a veces se da, especialmente con las personas de mayor confianza como mi marido).

Pero el otro rol que corresponde a este estado es el papel de salvador. Pues el salvador también recibe la atención deseada, se vuelve importante e indispensable para los demás, de modo que de nuevo evitamos el posible abandono.

Sin embargo, pasarte la vida salvando a otros es muy duro y nos puede incluso llevar a enfermar.

De ahí que las personas dependientes a menudo sufrimos altibajos emocionales: pasamos de estar felices y fuertes a irritados o tristes sin razón aparente.

En realidad esos altibajos se dan a menudo por el temor a la soledad.

Otra cualidad de personas dependientes es que nos cuesta tomar decisiones por nuestra cuenta y por eso tratamos de preguntar a otros, antes de decidirnos.

Esa necesidad de apoyo se presenta también en la forma de trabajar: necesitamos realizar actividades junto con otra persona. Eso me recuerda la época en la que empecé a ir al gimnasio y por alguna razón, necesitaba ir acompañada siempre de Carlos. Después, me acostumbré al gimnasio y ya iba sola sin ningún problema, pero al principio sí buscaba estar acompañada.

Es más, mi marido y yo trabajamos juntos a menudo y nos encanta compartir conversaciones, planes, proyectos de futuro. Algunas personas lo ven raro, pero en mi caso es algo totalmente natural, pues la compañía del otro es para mí importante.

De hecho, únicamente viví sola durante cortos períodos de tiempo en mi vida. Cuando me marché de casa de mis padres y Carlos se fue a Alemania a trabajar. Estuve unos meses viviendo sola y si te soy sincera, no lo pasé nada bien. Llegar a una casa sin gente me parecía rarísimo. No poder hablar con nadie... se me hacía realmente difícil. De ahí que siempre buscara planes para no estar sola en mi casa.

Como ves, la soledad es el mayor miedo de los dependientes, pues sentimos que no vamos a poder manejarla. Por eso la búsqueda del amor se convierte en un pilar fundamental y el final de una relación duele tanto. Incluso, estamos dispuestos a aguantar situaciones o relaciones tóxicas, antes de terminar con ello.

Si no nos invitan a una fiesta o un encuentro especial, podemos sentirnos tristes y abandonados, lo cual nos conecta de nuevo con la sensación de poca importancia.

Pero la noticia buena es que de todo esto se puede salir. Cuando nos damos cuenta de que somos dependientes (y eso duele y cuesta mucho reconocerlo), entonces nos invade un deseo de ser independientes y libres.

En cuanto a la vida sexual de este tipo de personas, pueden usar el sexo para apegarse al otro. De hecho, esta herida normalmente la experimentamos más con personas del sexo opuesto, pues es el progenitor del sexo opuesto con el que esta herida se suele producir.

Conclusión

Como ves el tema de las heridas de la infancia es un tema muy profundo. El primer paso para sanarlo y transformarlo es detectar nuestra propias heridas.

Ahora que has llegado hasta aquí, cuéntame, ¿es esta tu herida o una de tus heridas?

Si has detectado que tienes esta herida, al reconocerla, ya has dado un gran paso para poder sanarla.

En el curso SelfCoaching trabajamos profundamente una a una las heridas de la infancia. Si quieres trabajar este profundo tema acompañado por mí y por personas como tú comprometidas con su transformación, te esperamos con los brazos abiertos.

No te sentirás sola en el proceso y las historias de transformación de las maravillosas personas que forman la familia SelfCoaching, estoy segura de que te inspirarán hacia tu propia historia de cambio.

Además, estos días el curso SelfCoaching tiene una promoción muy especial que estará vigente por pocos días.

Así que, si te apasiona tanto como a mí la transformación personal, me encantará acompañarte en este viaje.


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