Me encantan las expresiones de asombro, de admiración, de sorpresa de los niños, porque éstas son el principio de la sabiduría. Cuando un niño responde con una ¡Ah! de extrañeza, de interés por lo que uno le dice, es la mejor señal de que le gusta aprender cosas nuevas, de que es tierra fértil para recibir la semilla del conocimiento, de la educación.
Por eso me agradó conocer hace unos días a Omar Esquivel, un niño de ocho años de edad que cursa el cuarto de primaria en la escuela “Marcos Castellanos” de Ajijic, municipio de Chapala, Jal.
Mientras que su padre, maestro albañil, se ocupaba de una obra de remodelación en mi casa, hice amistad con Omar y pronto entendí que él y yo compartíamos el gusto por los libros.
–¿Cuántos libros tienes?, le pregunté.
–Unos 15 –dijo-, y mencionó varios títulos, en su mayoría textos escolares.
–Pues yo te voy a regalar diez más para que aumentes tu biblioteca.
–¡Ah!, contestó asombrado.
Entre los libros que le entregué iba “El Zapatero y los duendes”, de los Hermanos Grimm.
–Estos cuentos despertaron en mí el gusto por la lectura cuando tenía tu edad, le expliqué.
–¡Ah!
–Y además te daré un consejo: Si de veras te gustan los libros, dícelo a tu gente de confianza, y no faltará quien te los regale.
–¡Ah!
Artículo publicado por la revista México Rural en su edición de diciembre de 2014.