Muy pocas películas logran retratar a la perfección una sensación o un sentimiento concreto. Y menos aún localizarlo en un momento histórico exacto. Entre las muchas virtudes de Las Altas Presiones, de Ángel Santos Touza, sobresale la de haber captado virtuosamente el espíritu de toda una generación de nuestro indefinible, por momentos y casi mejor, país.El protagonista de la película, Miguel, brillantemente encarnado por Andrés Gertrúdix, vuelve a su Pontevedra natal, vagabundeando en busca de unas localizaciones para la película de otro. Ni siquiera es su proyecto. Un encargo ajeno sin más, y contento dada la escasez de ofertas del sector cultural.En perfecta armonía con la filosofía estoica, Miguel evita cualquier tipo de pasión. O en todo caso, no logra situarlas en el buen momento. Intenta comportarse más bien de acuerdo con la razón y alejarse de cualquier sentimiento: dolor, placer, ira o temor… desarrollando la impasibilidad (o su derivado, la apatía) y una firme imperturbabilidad.Fiel espejo de toda una generación, que ha visto cómo le han vendido tantas motos, que ya no se cree ni los buenos días. Inmerso en un país en que la cultura es sospechosa, dirigido por una buena parte de la clase política, incompetente, inculta y, extremadamente, corrupta, en la que el único ideal ha sido el auto-enriquecimiento monetario personal. El fruto de esta estirpe política son unos jóvenes descreídos, cínicos y apáticos, que giran sobre sí mismos, para poder borrar las caras de los que han impuesto una marca de país tan poco próspera, pesimista y sin demasiadas esperanzas.Difícil expresar tal situación sin lanzarse a un discurso previsible y aburrido. Ángel Santos lo logra con una efectiva economía de medios y una poderosa capacidad de identificación del espectador frente a las ruinas, literales, de parte del país. Inmuebles sin finalizar, urbanizaciones enteras desiertas, pueblos fantasmas, restos de ruinas y un sinfín de escombros son los verdaderos protagonistas de un cine invisible que, a base de esfuerzos personales, y casi ninguna ayuda, están cautivando y conquistando a nuevos espectadores.Prueba de ello: selección de la película en el Festival de Cine Europeo de Sevilla, en BUSAN International Film Festival, en Festival Cineuropa o en la IV edición de Márgenes Online de 2014. Acontecimiento cinéfilo mayor, que se aproxima a pasos agigantados, ya convertido en referente internacional, de un hermosísimo cine que, en muchas ocasiones, duele. Por suerte, los márgenes en cuatro años se han estrechado porque sus espectadores han aumentado exponencialmente. Y al fin y al cabo, entre los márgenes se halla el justo medio. Dato que obvia cualquier comentario: 1500 salas de arte y ensayo en Francia, en España 30. Una pantalla de cine es una ventana a nuevas ideas. En muchos casos, la única posible.