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‘Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio’ – El naufragio de un coloso

Publicado el 31 octubre 2011 por Cinefagos

‘Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio’ – El naufragio de un coloso

He aquí la película técnicamente más avanzada del cine, cuya animación es tan sorprendente que a las veces incluso parece real, con una dirección vigorosa por parte de un Steven Spielberg en estado de gracia que continuamente nos inyecta dosis extremas de acción y aventuras con trepidantes secuencias para el recuerdo (como en los mejores Indiana Jones), con un excelente 3D que tiene un sentido y un significado pocas veces visto hasta la fecha; una superproducción con una espectacularidad tal que convierte a ‘Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio’ en un lujoso coloso que navega por los mares (y los desiertos) salidos de la imaginación de Hergé pero que irremediablemente termina hundiéndose por culpa de su pesado tonelaje. Un triste naufragio causado por un argumento muy simple pero demasiado enrevesado, con una continuidad muy torpe entre una trama y otra, con unos personajes demasiado caricaturizados, poco conectados entre si y muy mal acoplados al relato (el Archibaldo Haddock acaba por desplazar a un espeso Tintín), y otros tantos errores más que estropean la que podría haber sido una adaptación magnífica (a la altura del cómic original), dejándonos al final un leve sabor a fracaso y un poso no tan grande como hubiésemos deseado.

‘Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio’ – El naufragio de un coloso

Después de unos créditos iniciales en 2D bastante sosos nos adentramos de lleno en la presentación de Tintín, Milú, y demás elementos del mágico universo creado por el belga Georges Prosper Remi (cuyo cameo al principio hará las delicias de los fans). La asombrosa animación en 3D de los personajes y la brillante puesta en escena de Spielberg nos sumergen hasta las trancas en los entresijos de esta aventura que comienza a tomar forma desde el minuto uno.

Tras un fulgurante arranque lleno de misterio, la primera mitad de la película rescata lo mejor de las viñetas de Hergé; los deslumbrantes paisajes y lugares pintados por Spielberg se desplazan por una historia cargada de intriga y grandes dosis de buena comedia; además, las actuaciones de los personajes (cuya animación ya de por sí es un prodigio) es verdaderamente alucinante (mención especial a Andy Serkis); incluso su pésima banda sonora (posiblemente uno de los peores trabajos de John Williams) pasa completamente desapercibida gracias a la excelencia de todo lo demás.

‘Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio’ – El naufragio de un coloso

‘Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio’ – El naufragio de un coloso

Sin embargo, a partir de la mitad de la película y coincidiendo con la llegada del personaje del Capitán Haddock, uno de los principales alicientes de la historia, ‘Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio’ se derrumba como una gran torre de naipes. Parte importante de este desastre es Haddock, personaje que está tan bien dibujado y es tan rico en matices (suyas son las mejores escenas de la película) que se vuelve el verdadero protagonista de la historia, algo completamente fallido (como pasó con el personaje Juan Carlitros en la española ‘No Controles’). Esto es, el espectador ya no se enfrenta a ese enrevesado misterio que vivía desde el punto de vista de Tintín (ya de por sí confuso para lo sencillo que era en el fondo), si no que cambia su punto de vista por completo, haciendo que todo lo que había vivido hasta este momento carezca de importancia (igual que pasa con los personajes del carterista o del agente que advierte a Tintín); a partir de ahí la historia se vuelve totalmente diferente, incluso el antagonista de la película adquiere otros matices (y acaba convirtiéndose en una caricatura de lo que en un principio pareció ser).

‘Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio’ – El naufragio de un coloso

Las persecuciones y huidas que llenan por completo esta inconexa segunda parte dejan de importarle a nadie, y no tienen otro sentido que el de dar simplemente puro espectáculo. Cada situación peliaguda en la que nuestros protagonistas se ven envueltos se solventa con la menor de las dificultades o, al menos, esa es la sensación que nos causa (por ejemplo, cuando varan en medio del océano o se pierden en el desierto). No es extraño por tanto que lo mejor de esta segunda mitad de la película sean las partes más pausadas y contemplativas, en las que los personajes aportan algo parecido a lo que en un principio prometían. La esencia propia de Tintín, uno de los protagonistas más aburridos y sosos de cuantos recuerdo, es quizás la razón principal de esta “aventura sin riesgos” (y sin mujeres, dicho sea de paso), pero que si bien es cierto puede funcionar muy bien en el formato cómic, no funciona en una película de hora y media.

El final resulta ser irremediablemente un desenlace sin ninguna tensión (tanto por los personajes como por la historia), con muy poca intriga (ya desgastada por el paso de la aventura) y con absolutamente nada de dramatismo, que se salva únicamente por los todavía grandes toques de humor (es decir, por el genial Haddock).

En resumen, una película dividida en dos partes: la primera, una aventura alucinante y uno de los mejores espectáculos visuales del año, y la segunda, una persecución demasiado cargada y artificiosa donde los personajes se pierden y la tensión desaparece.

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‘Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio’ – El naufragio de un coloso

ZachTriunff


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