Una investigación realizada por expertos de la Universidad de Manitoba (Canadá), concluye que la variedad de bacterias intestinales infantiles puede ser utilizada como herramienta para predecir alergias alimentarias. Los investigadores concluyen que los niños que tienen una microflora intestinal (conjunto de microorganismos que habitan en el intestino) menos variada, pueden tener un mayor riesgo de sensibilidad a alimentos como el huevo, la leche o los cacahuetes, cuando cumplen 12 meses de edad.
Los autores del estudio apuntan que aunque la mayoría de bebés con sensibilidad alimentaria no necesariamente tienen que desarrollar una alergia, son más propensos a experimentar problemas como el asma, un eczema o una rinitis alérgica. En todo caso, este sistema de análisis facilita identificar a aquellos niños que pueden sufrir una alergia alimentaria o las enfermedades señaladas.
El descubrimiento es interesante, ya que se pueden desarrollar tratamientos que permitan reformar o reconfigurar la microflora intestinal para eliminar la sensibilidad alimentaria y el riesgo de sufrir ezcema, asma o rinitis alérgica. En la investigación se tomaron muestras fecales de 166 bebés de 3 meses, se analizó la microbiota utilizando la técnica de secuenciación del ARN 16S de la empresa Illumina, Inc., especialista en secuenciación, genotipificación y expresión génica. Posteriormente, a los 12 meses y mediante una prueba de punción, se determinó la sensibilización alimentaria que tenían los bebés.
Posteriormente relacionaron los datos de ambas pruebas y descubrieron que aquellos bebés que tenían una pobre variedad de microbiota en el intestino, así como un desequilibrio entre la población de Enterobacteriaceae y Bacteroidaceae, tenían una mayor probabilidad de sufrir sensibilidad a determinados alimentos a los 12 meses. En cambio, si las poblaciones estaban equilibradas, eran abundantes y además presentaban una gran variedad de microorganismos, el riesgo de sufrir sensibilidad a ciertos alimentos a los 12 meses se reducía hasta en un 55%.
Resulta curioso saber que estas asociaciones eran independientes del parto por cesárea, la lactancia materna o el uso de antibióticos, fármacos responsables de reducir la biodiversidad de la microflora intestinal. Decimos curioso porque la lactancia materna provee al bebé de nutrientes y bacterias beneficiosas para el sistema digestivo. En teoría, con la lactancia materna se debería reducir el riesgo de sufrir una intolerancia alimentaria o enfermedades como la rinitis alérgica o el asma.
En el estudio se excluyeron a los bebés con un diagnóstico de alergia alimentaria, lo que sugiere que las diferencias en la microbiota se produjeron antes de desarrollar la sensibilidad alimentaria. De todos modos, y como es habitual, los investigadores explican que serán necesarias nuevas investigaciones para poder demostrar el efecto causal, posteriormente se podrán diseñar tratamientos específicos que logren reducir el riesgo de sufrir una alergia alimentaria u otros problemas de salud relacionados con las deficiencias en la microflora.
Podéis conocer todos los detalles de este estudio a través del artículo publicado en la revista científica Journal of Clinical and Experimental Allergy.
Foto | Efleming
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Las bacterias intestinales podrían predecir las alergias alimentarias infantiles