Revista Cultura y Ocio

Las bestias ya no viven en los cuentos

Publicado el 02 mayo 2018 por Sofiatura
Las bestias ya no viven en los cuentosLas bestias ya no viven en los cuentos. Es cada vez más obvio que viven entre nosotros, muchas veces sin que nos percatemos de que lo son. Se han hecho tan realistas sus disfraces, que ya les damos los buenos días, las invitamos a nuestras casas, las saludamos en el portal, sin saber en lo que se convierten al cerrar la puerta tras de sí. La ficción es la que ahora traspasa la realidad, sorprendiéndonos con las dosis de fantasía y terror que de forma cada vez más habitual acompañan las noticias, los telediarios y la prensa. Lo irreal hecho real.A una velocidad de vértigo, nos hemos ido acercando a esos mundos muy, muy lejanos, en los que los monstruos, las brujas, los ogros o los ladronzuelos, al final y para nuestra alegría, acababan encerrados, aleccionados, vencidos. Pero ahora, se hace cada vez más difícil encontrarle la moraleja al cuento en el que nos encontramos. Con mucha frecuencia, los malos se salen con la suya, sino libres de sus crímenes, al menos recibiendo un castigo irrisorio en proporción a sus maldades.Si no, pensad en cuántas estacas se han clavado ya en los corazones de quienes son inocentes. En todos esos Dráculas que por sus poderes de condes no han encerrado en la mazmorra. En todos los lobos que se han comido ya a demasiadas Caperucitas. En los muchos barbaazules que han degollado a sus mujeres. En las manzanas envenenadas con las que nos alimentan cada día. En los lobos que soplan y soplan hasta derrumbar nuestras casas. En todas las bestias que se quitan para siempre la careta de príncipes azules.Y todos ellos que actúan en solitario o en manada, campando a sus anchas en un mundo donde los héroes y heroínas, las hadas madrinas o la magia potagia poco pueden hacer, pues la Dama de la Justicia, quien es quien tiene el poder, no puede ver lo desequilibrada que lleva su balanza.Cuando yo era niña temía a los fantasmas, los nigromantes, los payasos diabólicos. Pero cerraba el cuento y ahí se quedaban, atrapados, impotentes, teniendo su merecido. En cambio, este cuento me aterra incluso de adulta. Porque aquí los monstruos son los que van vestidos de carne y hueso.

Publicado el 2/5/2018


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