En mis años de vida me he encontrado con situaciones y personas muy graciosas que, si se pone la atención debida, resultan en gran aprendizaje.
Recuerdo la vez en la que mi padre quería inventar las palomitas sabor uva. A pesar de que todos le pedimos que no lo hiciera, él decidió seguir adelante con el experimento. A final del día terminamos con una olla explotada, jalea de uva pegada a las paredes y granos de maíz incrustados en la piel de los participantes. Y eso sin mencionar las quemaduras de segundo grado.
También hace algunos años se supo la noticia de que en algún lugar de Asia se estaba llevando a cabo un ritual para la buena fortuna. Los participantes bailaban y brincaban sobre un puente… mismo que no soportó el movimiento y colapsó hacia el vacío, matando a una decena de participantes que jamás vieron llegar la buena suerte. A pesar de la pérdida humana, considero este hecho el pináculo del humor negro.
Y justo esta mañana leí un comentario de una amiga que acaba de dejar la Ciudad de México debido al crimen y la inseguridad. Lleva tres semanas viviendo en París… justo cuando Francia acaba de entrar en guerra y la Ciudad Luz está amenazada con ser destruida.
Si lo vemos en perspectiva, un poco de crimen no se compara en nada contra el riesgo de genocidio. Entonces, ¿qué ciudad resulta más peligrosa?
Sin discutir sobre inseguridad, me llama mucho la atención esta nueva broma jugada por Impermanencia de las Cosas.
Nos movemos por la vida pensando en mejorar, luchando contra la realidad y revelándonos contra lo que no podemos aceptar. Sólo para caer en nuevas situaciones difíciles que crearán nuevas insatisfacciones.
Es un círculo vicioso que jamás será roto hasta que practiquemos Aceptación y entendamos que nada en el universo es permanente.
El crimen no es para siempre, la seguridad es sólo una ilusión, el amor perece, la fama se evapora. Tu madre, todas las personas que amas, tú y yo; todos moriremos algún día.
Con esto no quiero decir que nos tenemos que sentar sin movernos hasta que llegue la muerte. No, lejos de eso. Se trata de entender que no hay nada seguro en la vida y que las situaciones y cosas cambiarán en cualquier momento, nos guste o no.
Nuestro trabajo es nunca aferrarnos a ideales y tener la mente abierta para recibir cualquier cambio de las cosas.
Y así las bromas de la vida comenzarán a causar verdaderas carcajadas.